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Edición 28

MERCADO PRODUCTORES Y ABASTECEDORES DE SANTA FE

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El clima y la producción

Si algo impacta en los mercados de productos frescos es el clima. La presencia del “fenómeno del Niño” en nuestro país es decisiva a la hora de producir a cielo abierto, e incluso bajo invernadero ya que la experiencia indica que las denominadas “tormentas convectivas” aparecen en el horizonte con una frecuencia inusitada y termina devastando todo lo que existe en los cinturones verdes de las ciudades que disponen de mercados concentradores de frutas y verduras.

Un detalle no menor es que esta producción suele substituirse por productos similares traídos de zonas alternativas, sumándole kilómetros y costos y alejando notoriamente a los consumidores del acceso a ellos por el precio que, finalmente, aparece en los carteles de las góndolas de supermercados, hipermercados y verdulerías.
¿Quiénes sufren con este tipo de fenómenos meteorológicos?
Los productores, en primer término, porque todo el laboreo que han hecho para que su producción arribe, se ve dilapidado en doscientos milímetros de lluvia, en cinco minutos de granizo o de vientos huracanados o ráfagas intensas. El tiempo para la recuperación, si todo se presenta favorable: cuarenta y cinco días a noventa días en el peor de los casos.
También sufren los mercados. La distorsión en los precios de las hortalizas livianas y verduras de hoja, hace que los importes de la compra de cada operador del canal de comercialización minorista se derive a menos productos, por lo menos en la primera etapa de acaecimiento del fenómeno. Luego se irá estabilizando, con el tiempo y el normal abastecimiento de producto, además de contar con una posibilidad de recuperación de los productores locales que hayan quedado mejor posicionados frente a la cuestión climática.
Finalmente, sufren las consecuencias los consumidores, tal vez los más desprotegidos de la cadena de producción/comercialización/consumo. ¿Por qué? Porque no estamos habituados como consumidores –que todos lo somos- a la substitución de productos, a los vaivenes de precios y cantidades, a elegir otro de los tantos productos que hay en una verdulería. Pero, además, se encuentran con que sus ingresos se ven impactados por una suba inesperada y exorbitante.
Allí aparecen las primeras planas plagadas de datos que se relacionan con la inflación, con lo que le cuesta a una familia tipo el asado y la lechuga y todo lo que se viene detrás. En suma, en este tipo de situaciones todos perdemos: productores, comerciantes mayoristas y minoristas y los consumidores. Y con ellos, los mercados, las estructuras que contienen -en tiempos normales y de los otros- a los oferentes y demandantes. Estas superficies funcionan a partir de la interacción entre los productos y quienes los necesitan. Y cuando se producen estas situaciones cae el consumo y con él la presencia de una demanda fuerte y estable. Se genera la incertidumbre de tiempos normales y cae el consumo, atrayendo hacia el canal minorista mermas significativas producto de los desechos que se generan por falta de ventas.
Téngalo en cuenta, estimado lector. La actividad frutihortícola utiliza gran cantidad de mano de obra (desde la producción hasta la comercialización), se trabaja generalmente a cielo abierto y juega un rol muy importante la climatología (o la meteorología que, tal vez, es el término más específico). Los factores de riesgo son muchos y las repercusiones económicas son sustanciales.
Recuerde usted que la planta de lechuga que algunas veces objetiva como su enemigo número uno –por su costo- hoy estará un poco más cara, pero, mañana, cuando todo se normalice, su valor volverá a ser más que razonable en relación a otros productos de la canasta alimentaria. Y, esto, téngalo por seguro.

Hasta la próxima.

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