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Comercialización

"La fruticultura volverá a ser de las empresas familiares y las pequeñas estructuras"

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|Río Negro|

Alexis y Ariel Sabbag son tercera generación de productores frutícolas. Heredaron la tradición de su padre y hacia fines de los noventa crearon su propio emprendimiento, Emelka S.A., para producir peras y manzanas desde el corazón del valle medio rionegrino. Comenzaron alquilando chacras en la localidad de Chimpay, desde donde vendían su fruta a empresas comercializadoras. Si bien ya tenían el know how por venir de una familia exportadora, cuando comenzaron a producir por sus propios medios tuvieron que arrancar de cero. "En esa época viajábamos mucho a ferias, nos íbamos al exterior para abrir posibilidades comerciales, cerrando cliente por cliente", nos cuenta Alexis Sabbag, uno de los directores de la empresa.

A través de esas gestiones lograron ser uno de los primeros productores que enviaran su mercadería a Rusia, cuando este destino todavía no era tan importante en cuanto volúmenes para Argentina. Entusiasmados, en el 2002 decidieron invertir para transformarse en una empresa integrada, controlando todos los eslabones de la cadena: además de producir, comenzaron a empacar, conservar y exportar ellos mismos. Hoy además ser una de las empresas frutícolas con mayor proyección de la zona, Emelka se destaca por haber diversificado su propuesta con la implementación de ganadería, pasturas, cereales y oleaginosas.

Emelka produce en la localidad de Chimpay pero empaca y guarda la fruta en Villa Regina, a unos 70 kilómetros de distancia

La fruticultura rionegrina atraviesa una profunda crisis a nivel sanitario, productivo y comercial. La poca rentabilidad de los pequeños y medianos productores pone en peligro la realización de tareas culturales (aunque, buena nueva: llegarán créditos para afrontarlas esta temporada). En el mercado internacional año a año se pierden volúmenes exportados y a nivel interno el consumo no repunta. A eso se le suma la permanente tensión comercial entre chacareros y empresarios por el valor de la fruta. Y como si fuera poco, el gobierno nacional redujo reintegros por exportaciones y aplicó retenciones sobre una economía ya golpeada, deprimiendo aún más el negocio. Ante este panorama, ¿cómo permanecer en la actividad? Parece una pregunta exagerada, claro. Pero a la luz de los datos presentados recientemente por el Consejo Productivo Nacional, no tanto. Los números señalan que en los últimos tres años y medio cerraron 18.478 empresas en todo el país. Las pymes frutícolas no escapan a esta realidad y están en alerta permanente: limitan su inversión y en algunos casos achican su estructura.

"La única manera de tener rentabilidad es con calidad, porque la fruta de mala calidad no vale, pero la de buena calidad vale mucho", Alexis Sabbag, director de Emelka.

Poda manual y en plataforma en las chacras de Chimpay. La escalera es el método más utilizado al igual que en la cosecha.

En el contexto actual entonces, el funcionamiento integrado de la cadena por una misma empresa, es decir, el trabajo de producir, empacar, enfriar y comercializar, resulta una estrategia acertada para “maniobrar” la crisis. Esto permite obtener mejores condiciones para negociar la fruta y, por lo tanto, garantizar precios razonables por ella.  Sin embargo otro factor que resulta clave: la calidad de la mercadería. En la última década el negocio de la fruta se transformó y los mercados dejaron de priorizar volúmenes para poner el ojo en el color, calibre, aroma y sabor del producto. “Antes mientras más kilos tenías, más ganabas. Sobre todo durante la década del noventa y principios del 2000. Eso fue cambiando. La única manera de tener rentabilidad hoy es con calidad, porque la fruta de mala calidad no vale, pero la de buena calidad vale mucho. Por eso elegimos reinvertir en tecnificación todo lo que fuimos ganando estos años”, cuenta Alexis Sabbag. Sin embargo, en Emelka la calidad no ha sido un impedimento para que obtuvieran en el último año muy buenos rendimientos por hectárea (alrededor de 45 mil kilos, cuando el promedio en el valle oscila entre los 25 y 30 mil kilos).

Red Five, marca de primera calidad de las peras y manzanas Emelka

¿Y cómo se logra una fruta de calidad? Con una inversión permanente en sistemas de riego por goteo y aspersión para la defensa contra heladas; mallas antigranizo; constancia y monitoreo de la fertilización, cura, raleo, poda. Debe haber un seguimiento constante de las plantaciones que acompañe el crecimiento y la capitalización de las acciones. Estas unidades –pequeñas o medianas- que no cuentan con grandes capitales para realizar inversiones importantes de maneras simultánea, necesitan ser minuciosas en el control para poder llevar adelante la inversión progresiva y planificadamente, tanto a nivel productivo como contable. O por lo menos esa parece ser la receta de una empresa que ha logrado sostenerse y destacarse en un contexto de estancamiento generalizado para la actividad frutícola.

“Los desarrollos graduales y sobre bases firmes están dando sus frutos”, Julio Dillon, ingeniero agrónomo de Emelka.

“Creo que la fruticultura con el tiempo volverá a ser de las empresas familiares y las pequeñas estructuras. Trabajar así te permite conocer en detalle todos los procesos, buscar el costo-beneficio de cada tarea. La probabilidad de éxito es mayor”, nos dice durante el recorrido Julio Dillon, ingeniero agrónomo y gerente de producción de Emelka. Es que salvo algunas excepciones, el negocio de la fruticultura en el Valle ya no resulta tan tentador para las grandes compañías. Si bien todavía existen las empresas que buscan avanzar sobre los productores más chicos, expandirse y trabajar enormes volúmenes de kilos, la realidad histórica marca que esos crecimientos explosivos no han llegado a buenos términos en el valle. “Los desarrollos graduales y sobre bases firmes sí están dando sus frutos”, añade Dillon.

 

Julio Dillon nos ayuda a recorrer la chacra de la empresa y nos explica cómo funciona una empresa integrada en el valle frutícola

Actualmente Emelka produce en sus chacras de Chimpay el 90% de las peras y manzanas que comercializa. Sólo compran algunas variedades concretas a productores de Villa Regina para completar el 10% restante. Si bien buscan centrar su diferencial en la calidad de la fruta, lo cierto es que Alexis y Ariel reconocen no sentirse demasiado a gusto en esa instancia de negociación. Quizás sea porque siempre fueron productores y saben que este intercambio a veces es poco grato. “El empresario está acostumbrado a comprar fruta tiene una gimnasia que nosotros no”, apuntan.

Durante la temporada, una vez cosechada la fruta se transporta desde Chimpay hacia el empaque en Villa Regina (a unos 70 kilómetros) donde luego es stockeada en cámaras de frío. Emelka comercializa a través de sus marcas Red Five (primera marca) y Tiger (segunda calidad). El 50% de sus manzanas van hacia el mercado interno y el resto se destina a exportación. En el caso de las peras, sólo un 10% se queda en el país mientras el mayor volumen se envía principalmente a Brasil, pero también a Rusia, Estados Unidos, Italia, Francia, Israel, España, México y Emiratos Árabes, entre otros. En el horizonte además aparece China, un mercado que crece a pasos agigantados.

El funcionamiento integrado resulta una estrategia acertada para “maniobrar” la crisis.

La fruta llega a Villa Regina para el proceso de lavado, selección, clasificación y empaque.

En el año 2006 los Sabbag hicieron caso a una corazonada y compraron un campo para diversificar su actividad, principalmente hacia la ganadería pero también con pasturas, cereales y oleaginosas. Así lo explica Alexis: “Veíamos a la ganadería como una posibilidad porque la soja estaba expulsándola de la zona núcleo del país. Y sabíamos que había un potencial muy grande de carne para toda nuestra zona patagónica. Fue una apuesta”. Y les salió bien. Tanto es así que arrancaron con 70 animales y hoy son una empresa mediana con perspectivas de crecimiento en la región. Sin embargo, lejos están de cambiar a la fruticultura por otra actividad. Buscan seguir invirtiendo, tecnificando, plantando nuevas variedades. Incluso ya comenzaron a probar con otros tipo de fruta como la cereza, el durazno y la ciruela. Actualmente, las principales variedades de pera que trabajan son Williams, D’anjou y Packam’s, pero también Beurre Bosc, Winter Bartlett, Abate Fedetel, Red Bartlett y Red D’anjou. En manzanas, las variedades son Royal Gala, Red Delicious, Granny Smith, Fuji, Golden Delicious, Top Red, Starkirmson, Red Chief, King Oregon.

“El frutero es una máquina de invertir”

Tanto las peras y manzanas como los cítricos viven durante estos últimos meses una situación paradójica. Ambas actividades fueron declaradas por el poder ejecutivo en Emergencia económica, productiva, financiera y social con el objetivo de proporcionar beneficios impositivos a  aquellos productores o pymes que se encuentran con la soga al cuello debido a los problemas de rentabilidad que los aquejan. Estas medidas representan un alivio temporal para los actores de la cadena, o como reza el viejo refrán: pan para hoy, hambre para mañana. Es que las causas principales de las crisis todavía permanecen, como las retenciones, la reducción de reintegros por exportaciones o los costos de insumos dolarizados.

Luego de que la fruta es empacada, se guarda en bins dentro de cámaras de frío para su posterior exportación o abastecimiento del mercado interno.

“Las retenciones son ilógicas. En los últimos años toda la industria frutícola se endeudó mucho para subsistir. Creemos que es contraproducente colocar retenciones en Economías Regionales que venían pasándola tan mal”, declara Sabbag. No obstante, es necesario aclarar que durante el mes de julio de 2019 el gobierno decretó la reducción de los derechos de exportación de 4 a 3 pesos, ante la presión de los sectores productivos que manifestaron su desacuerdo desde su implementación.

El trabajo manual e intensivo con la fruta es una constante en toda la cadena. Es una actividad que toma gran cantidad de mano de obra por temporada.

En comparación con Chile o Perú, los costos internos de nuestro país en la fruticultura son altísimos. El crecimiento exponencial de ambos competidores está haciendo que Argentina pierda paulatinamente volúmenes exportados. Pero además, como en el caso del arándano o de la cereza, las posibilidades de competencia real son casi nulas porque la barrera arancelaria hace que los productores calculen dos veces cualquier intento de exportación. “El frutero es una máquina de invertir. Se habla de mucho de emprendedores en esta época, pero emprendedores somos los del Valle, que incluso en momentos de crisis seguimos invirtiendo”, asevera Alexis.

El valor agregado de una pyme

Alexis destaca las características de trabajo de su empresa familiar. Cuando le preguntamos sobre la mayor virtud de Emelka, refiere a sus trabajadores y al valor agregado de un grupo comprometido. Afirma que el contacto directo con los agrónomos en el campo o los trabajadores en el empaque permite un diálogo fluido y gran ambiente en el día a día. “Los últimos cuatro o cincos años fueron años muy difíciles para la fruticultura. Si la gente que trabaja con nosotros no lo hubiera hecho con tanto amor, nos hubiese costado mucho más. No seríamos de las empresas mejorar posicionadas en el valle”, reflexiona Alexis al finalizar nuestra visita.

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