Connect with us

Opinión

El campo que NO. Acá también tenemos nuestros Floyd

Published

on

La semana pasada un productor agropecuario asesinó a un adolescente de 15 años al emboscarlo con su camioneta Dodge Ram. La fiscal que lleva adelante la investigación, Norma Pippo, pidió la detención del productor rural, Pablo Rodolfo Sánchez y el caso se caratuló de homicidio con alevosía. El adolescente había ingresado al campo a cazar liebres con sus hermanos y dos perros. No estaban armados. La autopsia del cuerpo indica que fue embestido y murió por el impacto. Aún faltan las pericias mecánicas para determinar a qué velocidad iba el productor. Lo cierto es que Rodolfo Sánchez se negó a socorrer al adolescente y llamar a una ambulancia. Su argumento es que se trababa de ladrones. La policía no encontró rastros de que los adolescentes estuvieran llevándose un ternero como declaró luego el imputado según publicó Infocañuelas. 

“Aun cuando este señor hubiera visto amenazada su propiedad, no se justifica la desproporción de la defensa que ejerció, con total desprecio por la víctima, poniendo de manifiesto una diferencia de clase y de poder” declaró el abogado de la familia de la víctima, Maximiliano Rusconi al tiempo que negó categóricamente que hubiera habido algún robo.

A todas luces este productor es básicamente un asesino. Sin embargo, en las redes no faltó quien lo justificara (?) argumentando que nadie tiene derecho a ingresar a campo ajeno. ¿Desde cuándo el derecho a la propiedad privada vale más que una vida?

“Las veces que de jóvenes habremos ido a robarle las sandías al campo del lado” me dijo alguna vez un vecino de mi viejo en modo recuerdo.   “En época de cosecha no hay choclo más rico que el que salimos a sacar de los campos vecinos” ¿Quién, entre quienes hemos habitado  aunque sea de cerca la ruralidad, no ha escuchado este tipo de frases o similares? El ingresar a los campos a cazar o incluso a robar cosecha es una práctica más que habitual incluso entre los mismos productores. ¿Queremos discutir su ética? Adelante. ¿Qué los tiempos han cambiado y la inseguridad aflora? Es verdad. ¿Qué los productores están siendo victimas también de saqueos y destrozos sus producciones? También es verdad. ¿Y?

 ¿Desde cuándo el derecho a la propiedad privada vale más que una vida?

Pero el de Alex no es un caso aislado ni mucho menos el único. Hace 8 años desapareció Daniel Solano. Un trabajador golondrina que había protestado por la falta de pago ante Agrocosecha, una tercerizadora de trabajadores para ExpoFrut Argentina. Siete policías fueron condenados, pero sin prisión efectiva aún. Durante el juicio hubo aprietes a testigos por parte de un comisario en actividad y se desnudó la trama de complicidades entre la justicia, la policía, la política y las empresas. Oris de Roa, vicepresidente de ExpoFrut al momento de la desaparición, fue embajador argentino en Estados Unidos entre 2018 y 2019. En el documental realizado en 2018 a raíz de este caso, uno de los abogados, Sergio Heredia decía: "hay un problema cultural. Acá no se permite que por un morochito aborigen del norte haya semejante problema" en relación a la conmoción que se desató en Choel Choel al momento de la detención y condena a los policías involucrados.

Entre Alex y Daniel hay cientos más.

A principios de mes un colega decía en Twitter a raíz de las retenciones- que el campo (ese conjunto tan poco homogéneo que igualmente se agrupa detrás de ese significante)  debía de ser más empático para amigarse con la sociedad (o con buena parte al menos de la sociedad argentina). Más precisamente se refería a la importancia de que ciertos productores de soja, comiencen a mirar la realidad social con un poco más de solidaridad, aunque más no sea en un ejercicio de marketing y estrategia comunicacional asertiva. Basta hacer un repaso rápido en la red y vemos cómo le fue. Efectivamente hay un campo que no tiene muchas ganas de repensar sus prácticas. Por supuesto que las generalidades son malas y no podemos extender este concepto a todo el universo de productores y productoras que conforman ese extenso universo que por momentos – erróneamente- se agrupa detrás del concepto campo.

¿Es comparable un productor que no puede salir de su cassette meritocrático con productores asesinos o cómplices de trata de personas? Seguro que no. ¿Pero estamos frente a un loco? No. Es la exacerbación de un discurso de odio. Un discurso que se ampara y se alimenta en la construcción de un otro que es ajeno. Un otro que es vago, negro, pobre y hasta sucio.  Pero además hay otro condimento. El de la impunidad y la superioridad de una clase que, en base a sus ganancias y propiedades (y a su esfuerzo y trabajo por qué no) cree que en verdad puede arrojarse derechos por encima del resto.

Días pasados además escribíamos en este mismo medio la importancia de repensar como se construyen los prejuicios en torno a una clase social en un momento en donde, por la pandemia, el rol del trabajador rural tomó visibilidad junto con el campo por ser parte de los esenciales.

Hace 5 días vemos estallar a Estados Unidos tras el cruel asesinato de George Floyd a manos de la policía, y sobre todo, ante el discurso de odio fogueado por el mismísimo presidente, Donald Trump.

¿Qué hilo hay entre estos hechos y los asesinatos mencionados anteriormente? Probablemente los mismos que pueden unir la historia desde tiempos desde la colonia y las luchas por la emancipación. ¿De qué sirve pensar estos hechos en conjunto?

En estos días también un dirigente rural fue victima de hechos vandálicos tras el  incendio de sus campos de manera intencional. Muchos medios hicieron eco de la noticia. El Ministro repudió los acontecimientos. Aún así el campo y los dirigentes consideraron que faltó repercursión y condena de parte de la sociedad sobre estos hechos que los tienen de victimas.

Ahora bien, si esto es así ( que no dudamos que lo es) ¿No es válido preguntarse por qué ese mismo campo no condena estos asesinatos? ¿La trata y la explotación que todos sabemos que también existe en el campo?

Apelamos a reflexionar sobre este punto para entender cuáles son esos discursos germinadores de odio.  Si se es capaz de alarmarse más por la vulnerabilidad de una propiedad (por saqueo, por propuestas o lo que fuera) y no tanto (ni siquiera al mismo nivel) por el asesinato de una persona (cualquiera sea su edad, raza o labor) hay que asumir que no solo no se está haciendo nada para contribuir a una sociedad mejor, sino que por el contrario es probable que usted también esté colaborando al odio.

Advertisement

Lo más leído