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Producción

Mejor rendimiento y resiliencia al cambio climático: la nueva banana argentina

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|Formosa|

En el año 2005, el agrónomo Gerardo Tenaglia y su equipo en INTA IPAF Región NEA comenzaron una investigación de la banana formoseña. En la recorrida por aquellos campos ubicados al nordeste de la provincia se encontraron con una gran heterogeneidad en los lotes: plantas de diferentes alturas, con ciclos de floración y cosecha muy cambiantes y un nivel de rendimiento irregular.

El pequeño productor de banana, con escaso registro de lo que sucedía puertas adentro de su finca, tenía dificultades para, entre otras cosas, aplicar fertilizantes o fungicidas de manera efectiva, sin desperdiciar producto (ni dinero). En ese contexto, el equipo de Tenaglia sistematizó la información para conocer con qué materia prima trabajaba el agricultor local. “El cultivo llegó a Formosa con los inmigrantes paraguayos, que a su vez traían el cultivo desde Brasil. Y trajeron lo que encontraban, se desconocía qué variedades eran. Por eso buscamos reconocer toda esa mezcla”, explica Tenaglia a InterNos.

Estas investigaciones se propusieron mejorar el negocio de los bananeros en la zona; eliminar la incertidumbre de cada cosecha y aplicar conocimiento científico en un sector caracterizado por un alto grado de precarización y bajo nivel de inversión tecnológica.

Así, se plantearon tres objetivos centrales. El primero fue estudiar las tendencias en las condiciones agroclimáticas de la zona para la próxima década, con el propósito de desarrollar una banana genéticamente resiliente al cambio climático. El segundo fue estabilizar rendimientos y, a su vez, superar la media nacional (que actualmente es de 20 toneladas por hectárea). Y el tercero, mejorar la calidad de la fruta para su comercialización, tanto a nivel regional como nacional.

Respecto a este último punto, cabe decir que la banana formoseña es un fruto mediano pero de gran dulzor, característica que también aplica a la banana salteña. Sin embargo, su comercialización a nivel país está restringida, debido a que mucha de la fruta cosechada posee una cáscara fina que le impide soportar el transporte de largas distancias. El grosor de la cáscara es muy importante: cuando la fruta está manchada o negra pierde su valor comercial, aunque esté impecable por dentro. Por eso un aspecto clave a mejorar era la resistencia a pequeños golpes que se generan en la manipulación durante el empaque, el traslado o la comercialización.

Luego de 15 años de trabajo, Tenaglia y su equipo -integrado además por especialistas de la Universidad de Rosario, Universidad de Formosa, Universidad del COMAHUE (Neuquén) y los INTA Yuto e INTA Cerro Azul- desarrollaron las Líneas Avanzadas INTA (LAI), clones de bananas que cumplen con creces los objetivos planteados inicialmente.

Cuando hablamos de clones nos referimos a aquellas plantas que se reproducen por brotes; cada brote es un clon de la planta madre. Pero cuando comenzó la investigación, en la zona existía una gran variedad de plantas madre debido a la alta tasa de mutación natural que tiene la planta. El trabajo de Tenaglia y su equipo fue reconocer la mezcla de clones existentes para luego seleccionar aquellas de mejor rendimiento y adaptabilidad. La dificultad de ese trabajo estaba en identificar cada una de aquellos clones: se trata de un trabajo de revisión de años, lote por lote, planta por planta.

Un largo camino recorrido

Entre 2006 y 2011 los investigadores identificaron las variables vegetativas de las plantaciones (altura, diámetro de pseudotallo, números de hojas a floración y cosecha) y de producción (número de manos, peso del cacho) dentro de 84 lotes de agricultores familiares. A partir de 2012, en una primera etapa de selección general, se marcaron unos 684 clones de plantas que durante dicho período habían mostrado estabilidad de rendimiento, un factor muy importante para la planificación de pequeños y medianos productores.

Además se consideraron otros criterios, como por ejemplo que dichos clones lograran buenos rindes en condiciones climáticas variables (por ejemplo, en años lluviosos o muy secos), que tuvieran ciclos cortos (escapando a las heladas anuales) y que la forma de los cachos permitiera un empaque adecuado.

Dos años después, en 2014, empezó el proceso de mejoramiento genético. De esos más de 680 clones se seleccionaron 140, que atravesaron tres campañas de evaluación (2015 - 2016; 2016 - 2017 y 2017 - 2018) en los que fueron analizadas nuevas variables fenológicas, de comportamiento a campo y de productividad. “De cada ciclo de evaluación levantamos al menos 6000 datos sobre las condiciones vegetativas y reproductivas de las plantas. Te puedo decir cuánto rinden, con cuántas hojas llegan a la cosecha, qué tamaño de fruta tiene, cáscara, altura de la planta, en qué área del país podría adaptarse mejor”, detalla Tenaglia.

Finalmente, de ese proceso se desprendieron los materiales de “elite”: tres variedades sintéticas, cada una de ellas conformadas por cuatro clones o, como se las denomina en esta etapa, Líneas Avanzadas INTA (LAI).

Se le llama "sintética" a las variedades que están conformadas por cuatro LAI de bananas que poseen un aspecto similar por fuera, comparten características (misma altura, ciclo, resistencia plagas y rendimientos) pero que por su genética son diferentes. El objetivo de tener diversidad genética en cada LAI es generar capacidad de resiliencia frente a los posibles cambios climáticos (incremento de la temperatura media, inviernos cortos y pocos días fríos) de los próximos años.

“Si yo pongo una variedad con un solo clon, y el clima afecta su rendimiento, la planta perderá su eficacia o morirá. Por eso necesito meter variedades más o menos parecidas por afuera pero que le den mayor resiliencia, plasticidad”, explica Tenaglia respecto a este punto.

La variedad sintética 1 posee cuatro LAI de gran rendimiento (aproximadamente 33 toneladas por hectárea, muy por encima de la media nacional) y grosor de cáscara (cuatro milímetros). Son aptas para el transporte de largas distancias, además de ser resistentes a la enfermedad de Sigatoka amarilla. La variedad sintética 2 también incorpora cuatro LAI de buenos rendimientos y tolerantes a la enfermedad, pero sus cáscaras de grosor intermedio requieren ciertos cuidados para los viajes a mercados de mucha distancia, como Buenos Aires o Mendoza. La variedad sintética 3, por otro lado, tiene cuatro LAI aptas para el mercado regional; su grosor y sensibilidad de cáscara para el transporte las hacen ideales para distancias cortas a mercados como los de Corrientes y Chaco. En todos los casos la fruta muestra excelentes condiciones de dulzor, alrededor de cuatro puntos por encima de la banana ecuatoriana o colombiana.

La producción de banana en Formosa es una actividad económica que da de comer, de manera directa e indirecta, a miles de familias. Durante los últimos años, ya sea por dificultades comerciales o por climáticas, muchos agricultores han abandonado la actividad. Las investigaciones de Tenaglia y su equipo apuntan a optimizar las condiciones de trabajo para conservar la tradición productiva local.

Hoy estas tres variedades sintéticas están en proceso de inscripción en el Instituto Nacional de Semillas (INASE), aunque la pandemia ralentizó y demoró el proceso. Cuando finalicen el papeleo, se habilitará su multiplicación in vitro para que los productores puedan utilizarlas en sus fincas.

“Al productor formoseño hay que mostrarle los resultados. Hay que trabajar junto a él para que el cultivo no se pierda, pero también hay tratar de competir con la calidad de la fruta que se importa para dar respuestas al paladar de un consumidor exigente”, cerró el agrónomo.

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