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Comercialización

Frutas y verduras, ¿el chivo expiatorio para justificar la inflación?

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|Argentina|

Esta mañana, la vocera del gobierno Gabriela Cerrutti, confirmó públicamente que se analiza la creación de una Empresa Nacional de Alimentos para "controlar los aumentos de precios" y apalancar a los pequeños y medianos productores.

“La inflación es un daño para la mesa de los argentinos y el Gobierno evalúa una solución, no porque le interese políticamente, sino porque es su deber modificar la vida de la gente”, señaló Cerruti. Cabe recordar que, tiempo atrás, el nombramiento de Roberto Feletti en la Secretaría de Comercio había buscado calmar las aguas en lo referido a la inflación general, con especial foco en aquellos de la canasta básica.

“El Gobierno está empeñado en ver de qué manera puede ayudar a los pequeños y medianos productores de hortalizas y verduras, que son los precios que estacionalmente más inciden en la inflación”, dijo Cerruti. Sin embargo, no trascendieron cuáles serían, en concreto, las políticas de producción, distribución, comercialización o logística que se fomentarían al respecto.

Entonces, ¿en qué consistiría, globalmente, esta empresa estatal? Según el Director Nacional de Políticas Integradoras del Ministerio de Desarrollo Social, Rafael Klejzer, se busca un organismo que pueda "discutir soberanamente qué producto se abarata en la mesa de los argentinos" sin ceder el control a las "diez empresas que hoy determinan los precios".

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“Una Empresa Nacional de Alimentos, directamente asociada con los productores, permitirá impulsar el rol activo del Estado, en cuanto a la planificación, regulación, control, producción, análisis de costos y comercialización de los alimentos, en un mercado que hoy está fuertemente concentrado y en manos de grandes corporaciones”, explicó Klejzer.

Y agregó: “El precio de la mercadería en Argentina es político, no tiene nada que ver con el stock; el precio del tomate no es un tema de falta de stock, sino de avaricia", dijo Rafael Klejzer.

No es novedad que los aumentos de precios en frutas y verduras son claves en los cálculos inflacionarios mensuales. Pero, a esta altura del partido, resulta cuanto menos paradójico leer a funcionarios de alto rango no tener en cuenta los factores estacionales y climáticos que condicionan el precio de los alimentos.

Incluso sorprende leer comparaciones sobre la formación de precios entre productores de alimento perecedero (a campo, con un alto riesgo y un tipo de cambio muchas veces perjudicial para la estructura de costos) con industrias concentradas, oligopólicas, muchas de ellas de perfil exportador.

La insistencia de colocar a las frutas y las verduras como un factor determinante a la hora de entender la inflación es, cuanto menos, un problema de compresión o un chivo expiatorio para atender fenómenos más complejos y estructurales. Pero también es un problema si estos comentarios llegan en un contexto de extrema sequía y falta de agua al que muchos agricultores están haciendo frente a lo largo y ancho del país.

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“Es verdad que los precios de frutas y verduras aumentaron mucho pero también lo hicieron el resto de los alimentos, productos y servicios. Hay una cuestión condenatoria para con un rubro que, a diferencia del resto de los alimentos, no está concentrado y está lejos de ser parte del 10% más rico del país”, señaló Ana Laura Campetella, periodista frutihortícola y editora de este medio, en su cuenta de Twitter.

“Me llama la atención la condena porque además los precios de las frutas y verduras en general suben y luego bajan. Ahora, por ejemplo, es momento de comprar zapallitos verdes. ¿Sabían que está por debajo de los 30 pesos en los mayoristas? O zanahorias. O Berenjenas. O Sandías”, agregó.

Los comentarios de Campetella bien pueden leerse en el contexto de las declaraciones de Klejzer, así como en los miles de comentarios en redes sociales por el elevado precio del kilo de lechuga (¿quien compra, cuando va a la verdulería, un kilo de lechuga?) que se realizaron en redes sociales durante los últimos días.

Para quien más o menos entienda de producción, la seguidilla de días de calor que se sucedieron en enero de este año quemaron, literalmente, las plantaciones de hoja de zonas abastecedoras muy importantes en Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba, entre otras provincia, lo cual explica rápidamente los incrementos exponenciales.

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¿Eso quiere decir que la comercialización frutihortícola no se puede discutir? ¿Que el modelo debe permanecer impoluto y alejado de cualquier tipo de cuestionamiento? Nada más lejos que eso. Por el contrario, desde Revista InterNos venimos proponiendo el abordaje de una discusión serio en torno a los costos de producción y precios reales de estos alimentos, su relación con la calidad de vida de los productores y de los trabajadores de toda la cadena. Tal como señalábamos en la nota ¿Es posible cuestionar la oferta y la demanda para una comercialización más justa?, en abril del 2020:

Es cierto que los mercados mayoristas funcionan tradicionalmente, desde hace años, bajo la lógica de la oferta y demanda. ¿Eso significa que así está bien y que sea perfecto? Por supuesto que no (...) pero también es lógico pensar que si hay una suba generalizada de un producto más o menos homogéneo y que no está en poder de un solo oferente sino de cientos, debe haber razones para ese aumento que tengan una explicación más certera que una decisión unilateral.

“Nos quejamos de las consecuencias y el impacto del mundo global pero queremos seguir comiendo tomate en CABA en pleno verano. Volver a la estacionalidad es una herramienta también sobre la cual debería trabajar un plan nacional de abasto y producción”, concluyó Campetella. ¿Será esta la oportunidad? ¿Cómo se llevará adelante? ¿Se necesita información? ¿Planificación productiva? ¿Más centros de abastecimiento? ¿Menor carga impositiva? Habrá que esperar cuál es la idea y si el gobierno puede entender lo que le ha costado mucho a sus predecesores: las características y particularidades de la actividad productiva e intensiva de frutas y verduras.

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