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Edición 20

“Hay que soñar con los pies en la tierra”

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Juan Bautista Perlo
24/04/1953
Santafesino de nacimiento. Radicado en Córdoba desde el ´89. Presidente de la Asociación de Productores Hortícolas de Córdoba y la Federación.

Juan Perlo tiene 61 años. Nació en María Juana, Santa Fe. Lleva cuarenta años de casado y tres hijos. “Es una historia larga pero rica”, dice cuando le preguntamos por su vida. “Mi familia está integrada por mi señora y mis tres hijos. Uno ya no está, Hernán. Hace cuatro años tuvo un problema con su enfermedad. Tenía epilepsia. Eso fue un golpe grave del que todavía no terminamos de reaccionar, quizás recién ahora lo estamos asimilando. Pero bueno, la vida tiene que seguir. Mi vida siempre fue así, un poco a los golpes, la dirigencia es así, por eso seguir adelante para mi es normal. No es un sacrificio”, explica. Javier, su hijo mayor, siguió sus pasos en el campo aunque por falta de mano de obra lo tuvo que abandonar y hoy se dedica al transporte. Alejandro, por su parte, es Ingeniero en Telecomunicaciones. 

 ¿Cómo empezó en la actividad?

No siempre estuve en esta actividad. Yo empecé a trabajar de cadete en una farmacia a los 11 años. Salía de la escuela y estaba todo el día en la farmacia. Era una familia muy pobre la nuestra, siempre nos faltó de todo. En esa época el que era empleado era empleado siempre y la mujer estaba la casa. Mi papá además tenía una pequeña herrería, hacia rejas y portones y yo le ayudaba también. Con un compresor a la rastra salíamos a pintar puertas y ventanas. La plata la dejaba toda en mi casa pero no alcanzaba igual. Ya a los 16 el cambio fue drástico porque entré a trabajar en la fábrica metalúrgica donde mi papá era empleado. Fábrica Buriasco. Fabricaban vagones para el Estado, todavía está en el pueblo. Ahora hacen reparaciones, pero en ese momento era una fábrica grande con 400 empleados y era el futuro que había en el pueblo. Entré a la fábrica a levantar los paragolpes de vagón que pesaban 120 kilos. Entre dos los movíamos. Ahí, en seis meses, me arruiné la columna. Luego me pusieron a lijar vagones, salíamos negros de hollín. Al año siguiente ya estuve en una mesa de trabajo soldando. Y luego a cortar sopletes y así. Esa era la vida en las fábricas. Con mucho sacrificio. Yo trabajé ahí desde los 16 hasta los 19 que me llamó el servicio militar. Luego volví y trabajé un par de años más.

“Cuando me fui de Maria Juana me puse en la cabeza que tenía que dejar la política para encargarme de tener algo en la vida. Porque ya estaban los chicos. […] me escondí de la realidad. Yo me conozco, soy batallador... no me puedo quedar quieto. Me iban a hacer desaparecer. Era grave en ese momento.”

 ¿Y cómo era la vida trabajando en la fábrica a los 16 años?

Pasa que cuando entré a la fábrica ya empecé a militar en política. Siempre me gustó la política. Militaba en el partido justicialista. Y a los 19 años fui candidato a la intendencia con Blate, que era mi compañero de fórmula y terminé como vice. Porque nosotros, los justicialistas, estábamos divididos. Yo me enfrentaba a los gremialistas. Yo estaba en el justicialismo más de izquierda, el ortodoxo. Entonces al dividirse los votos justicialistas ganaron los radicales. Nosotros salimos segundos, y terceros los gremialistas. Como se asumía en forma proporcional en Santa Fe, yo asumí como vice a los 19 años. Pero justo me llegó el llamado para hacer el servicio militar. Yo estaba cumpliendo los veinte ya. Y bueno me tuve que ir. Encima pasó que cuando me presenté en Santa Fe sobrábamos. Y me enviaron a Buenos Aires. Cosas que se dan en la vida que no podés manejar. En el servicio me pasó algo muy particular. Yo sabía hacer de todo. Era peón de albañil, sabía pintar y soldar. Pero un milico viejo me dijo: “si te querés ir rápido decí que no sabés hacer nada”. Y eso hice. Entonces me pusieron en combate. Hice todo el curso de soldado antiguerrillero rural y urbano y salí como el mejor soldado del año. Ahí tengo la medalla en casa. Soldado pro patria. (Se ríe y se agarra la cara). Obviamente que no les dije que era militante. Cuando estás ahí adentro te tenés que olvidar de todo. Todavía no estaba tan grave la cosa, pero nos hacían hacer los cursos antiguerrilla. Los tipos ya sabían lo que se venía. Para un tipo como yo, ocupado, que estaba en la política, eso era perder el tiempo. A los ocho meses me dieron la baja. Y el jefe de compañía me acuerdo me llamó para decirme que si bien tenia la baja, querían que me fuera a Panamá a hacer el curso con los rangers norteamericanos. ¡Imagínate! Nooo le dije, yo me voy. Y el tipo quería que me quedara. Pero me fui. Eso no era para mí. Yo tenía otra clase de pensamiento.

Y se casó…

Sí. Yo era novio de mi señora desde los 15 años. En esa época era así. Nos poníamos de novios jóvenes en el baile. Y luego ya era una cosa familiar… a mi señora nunca le gustó mucho que yo militara. Y cuando me vine volví a la fábrica y me casé. Al año nació el Javier. Y ya estaba muy pesado todo, imagínate yo volví a finales del ´74. Muy difícil. Ya en el ´75 estaba todo al borde. A mí me la tenían jurada porque yo seguía en reuniones con el partido en la fábrica. Me amenazaron varias veces. Yo seguía reuniéndome con los compañeros. Entonces con la familia estaba mal porque cuando se es joven con la política es así. O te dedicas a la familia y el trabajo o te dedicas a la política. O hacés una cosa o hacés la otra. Y en ese momento cuando vos no tenés nada, no tenés un panorama de frente, no tenés respaldo de nadie, porque mi viejo era un pobre trabajador, no había mucho que pensar. De la política no vas a vivir. No te va a dar de comer. El Javier ya tenía un año. Vivíamos en un garaje. Con el ropero dividíamos el dormitorio de la cocina y el baño afuera como era en ese momento. Y con una quintita en el fondo para subsistir. Justo entonces que yo pensaba todo eso vino un amigo de Balcarce y me ofreció trabajó allá como herrero. Allá no había gente de oficios y había trabajo. En ese momento yo había comprado un terreno atrás de la casa de mi papa y unos ladrillos. Vendí los ladrillos para pagar la mudanza. El terreno ahí quedó para mi papá. Y nos fuimos a la aventura con un chico de un año. Otra fue la historia ahí en Balcarce.

¿Y cuál es esa historia?

Empezamos de cero. A remarla. Trabajé como cuatro o cinco años de empleado. Entonces me compré un Citroën modelo 62 o 64 no me acuerdo. Y salí a trabajar a los campos a arreglar puertas, tranqueras con una soldadora y un juego de herramientas y así empecé hasta que agarré un trabajo grande para hacer en un frigorífico. Ahí compré el terreno cerca de donde alquilaba. Mi suegro era albañil y se vinieron con mi suegra unos meses y me ayudaron a levantar la casa. Luego compré el terreno del lado y me hice un galpón de trabajo. Ya cuando me fui de Maria Juana me puse en la cabeza que tenía que dejar la política para encargarme de tener algo en la vida. Porque ya estaban los chicos. En Balcarce ya vino el segundo y el tercero. La palabra que uso siempre es que me escondí de la realidad. Yo me conozco, soy batallador... no me puedo quedar quieto. Me iban a hacer desaparecer. Era grave en ese momento. Me escondí y perdí todo contacto con mis compañeros de esa época en santa fe. Muchos son los que están hoy en el Estado, senadores, diputados, etc. Pero buenos son esas cosas que te ocurren en la vida. Agarré para otro lado. En Balcarce logré hacer mi casa, mi galpón, mi vehículo, un vehículo para mi señora. Anduve muy bien esos años haciendo obras de herrería. Ya teníamos los tres hijos.

“A los 37 años empezar de cero. Y en el campo. […] Así fue que me subí arriba del tractor y agachar la cabeza y trabajar nomás. Curso que salía, curso que hacía. Sobre producción de lechuga, de comercialización. De todo. Y trabajé duro. Venia al mercado a vender en el día y a la noche en el tractor.”

¿Y en qué momento se convirtió en productor de hortalizas?

Una noche cambió todo. Nos llamaron los vecinos por teléfono porque nosotros no teníamos. Mi suegro había chocado. Él falleció y mi suegra estaba muy mal herida. Nos vinimos con todo lo que eso significaba. Mil kilómetros con tres chicos. En esa época, en trece años, veníamos dos veces al año nomás. Éramos muy familieros y estar lejos nos marcó mucho. Lo que pasó fue un drama familiar porque no llegamos a estar para el entierro de mi suegro. Nos planteamos que no podíamos estar tan lejos. Mi señora era la única hija mujer y la madre quedaba sola. Yo para esa época era un tipo hecho, tenía 35 o 36 años. Y volver empezar ¿a dónde y haciendo qué? Fue un drama. Era el 86, él chocó cuando terminaba el mundial. Pero había que aprovechar que los chicos eran chicos aún. Mi hermano ya estaba viviendo en Córdoba. En esa época venia la mano bien con el tema de la producción, del tomate, la quinta. Entonces mi hermano me dice: “mirá yo tengo unos mangos, compramos una quinta en Córdoba, vos te encargás y vamos en sociedad”. Y empezamos a preparar la venida. Yo no sabía nada de esto. Así que hice un par de cursos. Me compré unos libros sobre la producción primaria. Preparé todo y en el ´89 hice la mudanza. A los meses de estar acá se armó el lio con el dólar. El súper Herman. Me agarró la devaluación y se derrumbaron todos los planes. Así que a los 37 años empezar de cero. Y en el campo. Porque acá qué iba a hacer con la herrería. Así fue que me subí arriba del tractor y a agachar la cabeza y a trabajar nomás. Curso que salía, curso que hacía. Sobre producción de lechuga, de comercialización. De todo. Y trabajé duro. Venía al mercado a vender en el día y a la noche en el tractor.

¿Y cómo se involucró en la dirigencia del sector?

Y en un momento vino el ingeniero Kurt Wonko a mi quinta a hacer un ensayo y me comentó de los proyectos de Cambio Rural que tenía el Ministerio. “Yo veo que vos tenés una apertura mayor respecto de los otros productores, por qué no te sumás”, me dijo. En esa época a mi no me conocía más nadie que los compañeros

de la nave 5C en la que yo vendía. Venía con un carrito que lo enganchaba al Falcon. Aún lo tengo al carro. Y ahí en el ´95 empezamos las reuniones con los otros productores. Los grupos de Cambio Rural. Y ahí me acuerdo me nombraron presidente de grupo. Entonces reconvertí mi pasión por la política por esto. La política sectorial. Y empezamos. Creamos la cooperativa con el Beto Tassi, los chicos Campetella, Panutín, Angelleli, Pesatti… éramos quince o veinte productores que armamos la cooperativa para surtir a Walt Mart, Almacor, Libertad, etc. Trabajábamos con el Ingeniero Wonko. La cooperativa funcionó muy bien. Hasta que en el 2001 reventó el país de nuevo. La inflación no nos permitía soportar el sistema de pagos de los supermercados que era a 60 días. Pero fue tal la trascendencia que tuvo el grupo que decidimos armar la Asociación… fue de esas cosas que se arman con mucho entusiasmo. Y ahí decidimos prepararnos para tener una representación los productores de hortalizas livianas. Luego la municipalidad nos detectó como Asociación y nos propusieron hacernos cargo de la administración de las naves. No teníamos computadora, nada. Con papelitos. Un trabajo de organización duro. Con Wonko, con Ingrid, que siempre fue la secretaria incondicional, y las otras chicas que están desde el principio. Y como nos empezó a ir bien presentamos el proyecto para hacer el módulo de productores y la semillería. Pero cuando fuimos al banco rebotamos porque no teníamos garantías reales. Entonces con Del Dotto presentamos las escrituras de los campos nuestros. Tardamos muchos años en pagarlo. Hicimos convenios con los mayoristas de semillas que siguen vigentes a la fecha. Porque siempre cumplimos. Esa fue siempre una premisa como dirigente. El cumplimiento.

“Yo creo que en el sector hortícola de Córdoba estamos sembrando semillas de cambio. Pasa que hay que soñar con los pies en la tierra. Cosas reales. Para poder hacer cambios, chiquitos y reales. Uno tras otro. No podes proponer proyectos tirados de los pelos.”

¿Qué significa ser un dirigente?

Es estar siempre un paso a adelante para la toma de decisiones. Ver hacia dónde va la realidad. Es una cosa natural para mí. Yo tengo esa visión de futuro siempre. Es innato. Siempre fui igual. A los 16 años ya estaba en contra del delegado de la fábrica porque era una mafia sindical y empecé a reunirme con la gente. Luego en mi actividad privada en Balcarce también manejaba gente, los empleados. En la quinta me metí con los otros productores e hicimos la cooperativa, la Asociación, y bueno es algo natural para mí. Tuve épocas en Balcarce y acá, cuando recién me vine, en que solo trabajé. Y mucho. Pero por eso hice lo que hice con dos manos nada más. No es que tenga tantas cosas, pero es que siempre trabajé a full. Día y noche. Pero a mí la dirigencia me llama. Me absorbe. Pasa que yo tengo una manera de trabajar que es muy particular. Muy personal. Yo hago una política muy de base. La deliberación la hago en comisiones chicas, con charlas determinadas, de uno a uno. Para ir metiendo las ideas, consensuando de a uno. Entonces cuando llegamos a las reuniones entre todos ya estamos todos más o menos convencidos de lo que hay que hacer.

“Con la Asociación estamos con la tecnificación. Vamos a llegar a las 40 hectáreas con riego por goteo. Y vamos a cambiar la historia del cinturón verde”

¿Y cuándo decidió integrarse a Fenaomfra?

Porque yo visualicé que los productores somos operadores temporarios de los mercados. Y que somos el eslabón más débil. Porque si algo pasa en los mercados, los primeros en desaparecer somos los productores. Entonces, cuando me enteré de la Federación, dije: ahí tenemos que estar para defender el espacio de los productores en los mercados. Porque la producción no se puede sostener solo salvando el trabajo en el campo y no la comercialización. Es al revés. Hay que defender la comercialización para que el productor tenga trabajo en el campo.

¿Cuál considera son sus mejores virtudes y peores defectos?

Una virtud mía es el manejar la gente. Ver lo que se viene. Y defecto… soy muy porfiado y muy personalista. (Se ríe)

¿Algún referente en la vida?

No sé… mi papá por su capacidad de trabajo. Yo me hice muy de abajo solo. No tengo ídolos. Rescato cosas de grandes dirigentes como Perón, el Che o Mao. De Perón su capacidad para movilizar masas y el poder que dio a los trabajadores. Pero luego se volvió algo inmanejable porque abrió el juego a todos. Los de izquierda ultra y derecha ultra. Del Che Guevara rescato su gran convicción, su capacidad para ver el cambio. Pero veo inútil el esfuerzo que hizo cuando fue a Bolivia. El vio en Bolivia lo que está ocurriendo recién ahora. ¡Fíjate vos! Entonces fue un poco inútil, aunque son dirigentes que siembran. Yo por supuesto soy una cosa chiquita, con mucha distancia con esos tipos, pero yo creo que en el sector hortícola de Córdoba estamos sembrando semillas de cambio. Pasa que vos tenés que tener sueños reales. Que se condigan con la realidad. Hay que soñar con los pies en la tierra. Para poder hacer cambios, chiquitos y reales. Uno tras otro. No podés proponer proyectos tirados de los pelos. Hay que hacer proyectos reales. Porque la gente se da cuenta cuando proponés

grandes cosas pero que no se pueden hacer. Hay que ir de a poco. Con paciencia. Si vos no lográs cambios la gente no cree en vos. Por eso cuando yo digo algo, lo cumplo. En la faz personal también. Y es así. No hay otra. Pero luego nunca me quise volver a meter en política, digamos en la gestión del estado, porque ya a esta altura hoy es un engranaje en donde ya no podes tomar decisiones reales. No podés hacer cambios reales.

Siempre termina hablando de la actividad, de la dirigencia…

Es que a mí me gusta esta actividad. Me gusta el tema de la dirigencia y estar con la gente. Así como hay gente que le gusta ir a cazar o dejar todo para ir a ver carreras de auto, lo mío es esto. Yo dejo todo por esto. La dirigencia es mi vida. Fue con la cooperativa, con la Asociación, la federación y con lo que venga. A través de la vida fui aprendiendo que la dirigencia, la política, es un trabajo de construcción no de amontonamiento.

¿Tiene algún sueño por cumplir?

No sé. Montones de cosas. La tecnificación en el sector.

¿Personalmente?

Personalmente no sé. No tengo ambiciones personales. Mi vida es la Asociación. Yo me considero un tipo público. Mis ambiciones están ahí. En la Asociación, en la Federación. En incluir a los mercados que aún no están en el Federación. Acá en lo local, quiero lograr poner un centro de distribución el mercado. Lo tenemos que lograr para desplazar los galpones de empaque. Con la Asociación estamos con la tecnificación. Vamos a llegar a las 40 hectáreas con riego por goteo. Y vamos a cambiar la historia del cinturón verde. Y lo vamos a lograr en poquito tiempo como ya logramos los pozos de agua. Y con Fenaomfra miles de cosas. Lograr incluir a todos los mercados que aún no están. Hay que crear una conciencia de participación. Cuando eso se logra la gente se suma. Participa. Pero después hay que concretar cosas. Cumplir. Soñar y empezar a hacerlo. A caminar. Así es nada más. Así de simple.

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