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Producción

¿Cuál es el impacto ambiental y productivo por los incendios en Corrientes?

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Foto: Perfil

Misión Productiva es un espacio de debate que pone en el centro de la discusión al desarrollo productivo de nuestro país, con sus dimensiones políticas, económicas, ambientales y sociales. Hace algunos días compartimos un artículo de Pablo Neira, economista y docente (UBA) sobre la necesidad de optimizar sistemas de riego para cuidar el agua, un recurso clave para la agricultura de los próximos años. En esta oportunidad, acercamos una nota sobre los incendios en Corrientes, su impacto en los ecosistems y el daño que generó en actividades productivas tradicionales como yerbales, cítricos o ganadería. Lo compartimos a continuación. 

Hace algunas semanas que el país se viene prendiendo fuego. Uno podría pensar que esto es una metáfora de la coyuntura económica y política en la que vivimos, que no nos da respiro y que constantemente nos hace agarrar la cabeza mientras soltamos al aire “¿y ahora qué pasó?”, pero en este caso es también una afirmación literal. El Noreste de nuestro país tiene ya varias semanas encima de incendios, que han arrasado con explotaciones agropecuarias, bosques nativos y plantaciones forestales, esteros y otras zonas, con epicentro en la provincia de Corrientes.

Estos incendios no son algo nuevo en el país, sino que es una problemática regular del NEA y que en esta ocasión se ve intensificado por el período de sequía. A lo largo de las últimas dos semanas el fuego se expandió considerablemente, y de acuerdo al informe del INTA del 18 de febrero, llegó a un pico de 30.000 hectáreas por día, con lo que ya afectó en total a más de 785.000 hectáreas en Corrientes, un 8,8% de la superficie de la provincia. Por suerte, ayer (martes 22 de febrero) llovió y están pronosticadas más lluvias para el resto de la semana.

La catástrofe está generando daños por todos los frentes: por un lado, está el impacto ambiental que daña el ecosistema, la biodiversidad y ponen en peligro el hábitat de animales, así como también se pierden las forestaciones que fijan dióxido de carbono.

Por otro lado, está el impacto económico, que viene asociado a la pérdida de producción en cultivos y forestación. Dado que la magnitud de la catástrofe y su impacto ambiental ya los están cubriendo distintos medios y de forma extensiva.

Arranquemos por la pérdida económica. Según declaraciones del Gobernador de la provincia de Corrientes, Gustavo Valdés, se estima que los daños causados por los incendios sobre explotaciones productivas alcanzarían los 26.000 millones de pesos aproximadamente, entre cultivos, ganadería y silvicultura afectada. Estas estimaciones incluso podrían quedarse cortas, porque se hicieron cuando la superficie incendiada rondaba las 500.000 hectáreas.

En el corto plazo, esto implica pérdidas de cosecha para la campaña 2021/22 en arroz, yerba o cítricos y también la destrucción de apiarios, el incendio de plantaciones forestales y también la pérdida de pastizales para ganadería. Para cuantificar, el impacto es de aproximadamente un 15% de la producción agropecuaria anual de la provincia y un 2,7% del total de su Producto Bruto Geográfico. Esto se va a sentir también en la oferta total en el mercado doméstico en el corto plazo: Corrientes concentra un tercio de la superficie forestal implantada a nivel nacional, 45% de la superficie arrocera y 29% de los cítricos dulces.

Pero también existe un daño de largo plazo, puesto que reduce las capacidades productivas para el futuro: tanto las forestaciones como algunos cultivos –como la yerba mate y los cítricos, dos de las principales actividades agrícolas de Corrientes– requieren varios años de crecimiento, mientras que en el caso de la ganadería se espera que se vea afectado su ciclo reproductivo para 2022/23.

En este último caso, la provincia concentra un 10% del stock ganadero nacional concentrado en las zonas más afectadas, por lo que deberán avanzar en una relocalización porque se espera que los campos no puedan alimentar animales por dos a tres años. Esto probablemente ponga más presión sobre el precio de la carne, una de las mayores preocupaciones de la Secretaría de Comercio Interior.

Por el lado de la yerba mate, el cultivo requiere cuatro años de inversión hasta contar con material de cosecha. Según distintas fuentes, producto de los incendios se perdió entre el 60% y el 70% de los yerbales correntinos –que concentran alrededor del 20% de la producción nacional– y también se habría dañado parte de la producción misionera. Dado su ciclo productivo, la menor oferta impactaría en el mercado en 2023.

Esto mismo pasa también con la producción cítrica y forestal, con plazos incluso más largos de inversión. El daño provocado por los incendios, en consecuencia, va a alterar fuertemente la capacidad productiva provincial. A estas pérdidas económicas se les deben agregar las pérdidas indirectas generadas por la reducción de la actividad económica en la provincia: menor industrialización de bienes primarios, menos transporte, menos demanda de servicios y un menor efecto multiplicador por el lado del consumo. Y si encima de esto le sumás la magra cosecha esperada incluso en las explotaciones que no fueron afectadas por el fuego, pero sí por la sequía, el combo completo es desastroso.

Todo este escenario ha llevado a que el Gobernador declare hace unas semanas el estado de desastre agropecuario, otorgando beneficios fiscales y asistencia técnica y financiera por parte del Ministerio de Producción provincial a los productores afectados. Por el lado del Gobierno Nacional, casi se triplicó el presupuesto destinado al Servicio Nacional de Manejo de Fuego (incrementándolo hasta los $ 6.700 millones para 2022) y el Ministro de Agricultura Julián Domínguez firmó un convenio con el gobierno provincial para otorgar Aportes No Reembolsables por $ 200 millones y anunció que se pondrán a disposición líneas de financiamiento especiales para productores afectados a través del FONDEP del Ministerio de Desarrollo Productivo por otros $ 500 millones.

Ahora bien, cabe preguntarse por qué tenemos que ver y vivir estas escenas dramáticas. Y cabe responder que el inicio de los incendios suele estar vinculado a las actividades productivas. Al respecto consulté a Sebastián Bonnin, que es ingeniero forestal especializado en mejoramiento genético y silvicultura en el INTA, y lo primero que me dijo fue que “los incendios a esta escala no se apagan, se previenen”.

En este sentido, bien pueden existir incendios accidentales, “pero también los sistemas forestales y agroganaderos tienen prácticas que incluyen el fuego post-cosecha, para reducir los residuos o biomasa sobrante y preparar el campo para la plantación o la siembra”. Esta práctica es bastante común, y si bien en otros países se utiliza menos porque se reaprovecha más esa biomasa para reincorporar nutrientes al suelo –algo que acá requiere una inversión de capital muy alta–, “existe toda una disciplina forestal de manejo de fuego para evitar que se propaguen”.

Pero si esto es habitual, ¿por qué esta vez alcanzó tanta magnitud? Bonnin me explicó que “se conjugaron muchas variables: más de dos meses sin lluvia, olas de calor altísimo, humedad relativa muy baja, una bajante histórica del Paraná por dos años de sequía en Brasil sentaron las condiciones para la catástrofe”. En la misma línea, otros expertos entrevistados por ElDiarioAr señalan además que varias inundaciones en años previos acumularon vegetación en esteros, lagunas y humedales, y junto a estos dos años de escasas lluvias esa vegetación se convirtió en un combustible altamente inflamable que propagó el fuego.

La crisis ambiental en Corrientes despierta discusiones postergadas sobre la interacción entre la actividad productiva y el medio ambiente. No de las vinculadas al cambio climático –que sí está en permanente debate– sino asociado a la complementariedad y compatibilidad de la actividad económica agropecuaria y forestal con el entorno.

Es importante entender que esta problemática no tiene solo un costo ambiental o de biodiversidad: lo que vemos hoy en Corrientes –e intenté mostrar en este newsletter– refleja que también tiene un costo económico en la propia actividad productiva. Bonnin me explicaba que es complejo compatibilizar los sistemas productivos con algunas funciones ecológicas: “estas se pierden cuando se sobresimplifica para producir, algo que tal vez en el futuro se pueda resolver con sistemas mixtos como recomienda la FAO”.

Si bien todavía no resultan rentables, “existen experiencias en etapa experimental muy interesantes” que pueden hacer la producción forestal ecológicamente más sustentable. Compatibilizar ambos es el camino del desarrollo productivo.

Fuente: Misión Productiva

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