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Optimizar el riego para cuidar el "petróleo del futuro"

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El sitio web Misión Productiva se define como "un espacio de debate que pone en el centro de la discusión al desarrollo productivo de nuestro país". En los últimos días publicó un muy interesante artículo sobre el uso y aprovechamiento de agua dulce dentro de los sistemas de riego agrícolas de nuestro país. Si el recurso hídrico es "el oro del futuro" o "el próximo petróleo", bien vale prestarle atención a cómo la agricultura -una de las actividades de mayor consumo a nivel mundial- puede optimizar su uso.

El texto lleva la firma de Pablo Neira, Economista y docente (UBA), Maestrando en Desarrollo Económico (UNSAM). Le pedimos autorización para citarlo a continuación. Lo compartimos con ustedes:

Uno tiende a confundirse y pensar que el planeta tiene abundancia de agua y por ende no es un problema, pero solo un 3% del agua en el planeta es agua dulce y más de dos tercios de ella está en glaciares y casquetes polares. Saciar todas nuestras necesidades de consumo recae únicamente en menos de un 1% del agua del planeta, que incluye agua subterránea, superficial y pluvial, por lo que es crucial administrar bien ese pequeño porcentaje que utilizamos.

En primer lugar, me gustaría que contextualicemos un poco la situación del recurso hídrico en Argentina. En medio de las inundaciones por la crecida del Río Uruguay, y a principios de su mandato, Mauricio Macri dijo que había "lugares en que faltaba agua y otros donde sobraba". Se suele decir que Argentina es uno de los países con más reservas de agua dulce del mundo: de acuerdo a las estadísticas de la FAO, estamos entre los 20 primeros países en volumen de agua dulce renovable y contamos con el triple de agua disponible per cápita que el promedio mundial.

Sin embargo, más allá de la frase del ex-presidente, es verdad que esta abundancia de agua está distribuida de forma desigual y, de acuerdo al Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible, dicha desigualdad se agudizará producto del cambio climático: además del aumento generalizado de temperatura, por ejemplo, se ven también más precipitaciones extremas e inundaciones en la zona núcleo mientras que al mismo tiempo se reduce el volumen de agua disponible en la cordillera cuyana.

Estos efectos del cambio climático no son simplemente proyecciones a futuro, sino que ya vienen ocurriendo hace años en nuestro país. Hace un mes viajé a la zona de Cuyo justamente para evaluar formas de mitigar la crisis hídrica y en Mendoza, por ejemplo, el caudal de los ríos disminuyó un 30% en la última década respecto al promedio de la década anterior, una cifra que asusta y que dificulta el desenvolvimiento de la actividad productiva.

Es en ese marco donde entran los sistemas de riego como una herramienta valiosa que podría mitigar los efectos del cambio climático y administrar de forma eficiente un recurso escaso. Y ahí hay mucho recorrido por delante para nuestro país. De acuerdo al Censo Nacional Agropecuario realizado en 2018 por el INDEC, en Argentina únicamente 1.360.521 hectáreas, un 3,8% del total la superficie implantada, cuenta con algún sistema de riego. Estamos muy lejos del registro a nivel global, donde esa cifra alcanza el 20% de acuerdo al Banco Mundial. Además, el 60% del riego en Argentina es de tipo gravitacional, que cuenta con baja tecnología y tiene niveles de eficiencia hídrica de hasta casi un 25% el alcanzado con sistemas de riego presurizado.

Justamente la semana pasada Julián Domínguez anunció un plan ambicioso de la cartera de Agricultura para incorporar un millón de hectáreas adicionales al sistema de riego, que abarca a 12 provincias y estiman que podría incrementar exportaciones por US$ 1.180 millones anuales. Entre las provincias incluidas no se encuentran sólo aquellas cordilleranas con menos disponibilidad de agua, sino también provincias céntricas como Buenos Aires, Santa Fe y Entre Ríos donde este año se está atravesando una fuerte sequía y ya se ha declarado la emergencia agropecuaria en algunas de ellas.

En la misma tonalidad, la provincia de San Juan presentó el martes pasado la Mesa Permanente de la Gestión Integrada del Agua en un acto encabezado por Sergio Uñac, con el objetivo de eficientizar todo su sistema de riego actual. La provincia es una de las que mayor adopción de riego tiene (84% de su superficie), pero aún la mitad de la superficie cuenta con riego gravitacional (de eficiencia significativamente menor al riego presurizado). La iniciativa apunta a financiar proyectos para mayor tecnificación de los productores y para obras de infraestructura que reduzcan las ineficiencias también en la conducción del agua.

La dirección que toman las políticas de gobierno tanto a nivel nacional como provincial dejan en claro que el rumbo hacia el futuro es trabajar en un uso más eficiente del agua. Por supuesto que esto también requiere un trabajo de concientización de la sociedad respecto a su uso productivo y de consumo. Sin embargo, el énfasis en el sector agropecuario se debe a que éste ocupa un lugar central en la demanda de agua, en tanto a nivel mundial alrededor del 70% del consumo de agua tiene por destino el agro según el Banco Mundial. La implementación de sistemas de riego puede incrementar la productividad y reducir la volatilidad de los rindes ante temporadas de sequía, además de permitir incorporar nuevas tierras a la producción en caso de significar un ahorro del agua.

De la misma forma, se puede trabajar en conjunto al sector biotecnológico nacional para generar variantes de cultivos resistentes a sequías, como el trigo y la soja HB4, que permitan aprovechar al máximo el agua disponible.

De acuerdo a los estudios realizados por la FAO junto al Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca en el año 2015, se podría extender la superficie bajo riego en Argentina hasta alcanzar las 6.200.000 hectáreas, lo que duplicaría la producción agropecuaria.

Aún si fuera realizable solamente la mitad de ese potencial, el impacto económico de incorporar tierras a riego puede ser muy alto y permitiría encarar proyectos regionales con alto potencial exportador como se está haciendo con el pistacho en San Juan. Obviamente esto no es gratuito: implementar riego por goteo (el sistema de mayor eficiencia hídrica) implica para un productor una inversión de entre US$ 3.500 y 5.000 por hectárea. A eso se deben agregar también las obras de infraestructura que deberían encarar las administraciones provinciales. Como siempre, el financiamiento en el contexto de restricción crediticia que atravesamos como país probablemente sea un cuello de botella para avanzar en este tipo de proyectos tan necesarios para nuestro desarrollo.

Lógicamente, esta expansión debe ser planificada y en armonía con el resto de las partes de nuestro ecosistema. Y acá quería hacer un pequeño parate para hacer una mención mínima a los humedales: estas formaciones, que ocupan aproximadamente un 25% de nuestro territorio, cumplen un rol clave no sólo para actuar como esponjas al absorber agua y reducir anegamientos sino también porque purifican e intercambian agua que luego utilizamos para producción y consumo y son reservas de biodiversidad. El cambio climático, el avance no planificado de la frontera agropecuaria y la urbanización están generando mucha presión sobre nuestros humedales.

El recurso hídrico tiene una importancia vital para nuestra vida cotidiana y para las actividades económicas más básicas y necesarias para nuestra sociedad. Esta importancia es tal que por su escasez global ha llegado a considerarse como el próximo petróleo y más de la mitad de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU incluyen directa o indirectamente al consumo responsable de agua.

Es probable que en los próximos años veamos emerger cada vez más exigencias a nivel internacional respecto al uso del agua como la “huella hídrica” (el consumo de agua para la producción de un bien o servicio), al punto tal que la misma se puede convertir en un requisito para acceder a la comercialización de tus productos en los mercados de los países desarrollados. Países como Estados Unidos o Israel se han propuesto la misión de cuidar su agua, son pioneros en materia de tecnología hídrica y tienen sistemas de monitoreo integrados de primer nivel que pueden servir de referencia para saber hacia dónde va el mundo. Pensar en el desarrollo de nuestro país es también pensar en ponernos a tono con estos estándares internacionales del futuro.

Autor: Pablo Neira / Misión Productiva

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