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Comercialización

Cinturones de producción periurbana: realidades y desafíos

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|Santa Fe|

La localidad de Arroyo Seco protagonizó la primera Expo y Jornada Hortícola organizada de manera conjunta entre el INTA, el gobierno de Santa Fe, la Municipalidad local y una fuerte participación de los productores locales. Uno de los paneles centrales ofreció un panorama de la situación actual, problemáticas y perspectivas del sector hortícola en tres de las regiones productivas más importantes del país.

Para eso expusieron la Ing. Agr. María Cristina Mondino, del  INTA Arroyo Seco sobre el cinturón de Rosario; el Ing. Agr. Enrique Adlercreutz, del INTA Mar del Plata y el Ing. Agr. Ariel Belavi, del INTA Monte Vera sobre la producción en Santa Fe  y su cordón hortícola.

María Cristina Mondino dio comienzo al panel caracterizando la actividad del cinturón hortícola rosarino, que puede subdividirse en dos sectores importantes. Uno de ellos es el que está próximo a la ciudad, conformado por quintas pequeñas -con un promedio que ronda las cinco hectáreas- el cual produce gran variedad y volumen de hortalizas para su comercialización diaria en el mercado de abasto, principalmente para el consumo en fresco.

El otro sector es aquel que destina los cultivos a la industria del deshidratado, el congelado y el enlatado, ubicado mayormente desde General Lagos, Pueblo Esther, Arroyo Seco hasta Villa Constitución; es decir, alejados de Rosario. Como la industria demanda grandes cantidades de materia prima, estos cultivos se vuelven “casi extensivos” por la cantidad de superficie sembrada y por la mecanización de su cosecha. De alguna manera, cambia la forma de planificar, cultivar y cosechar la mercadería. A modo de ejemplo sirve nombrar el caso de la espinaca, que hoy es el segundo cultivo de hoja más sembrado de la región después de la lechuga (y ocupa el tercer lugar entre todas las hortalizas si contamos a la papa) traccionada por el proceso industrial.

Achicamiento. Con el correr de los años la producción periurbana tiende a reducirse por diversos factores.

Sin embargo, en lo que respecta a la superficie sembrada, la producción de esta zona sufrió una considerable caída en los últimos años, junto al abandono de la actividad por parte de algunos productores. La ingeniera estimó que existen un 35% menos de productores que hace 20 años y unas 1000 hectáreas que ya no se encuentran productivas. Hacia el final de su exposición, Mondino resumió las principales complicaciones que afronta el sector hortícola: la falta de mano de obra, el abastecimiento de mercadería de otras zonas que reemplaza a la producción local, la escasa trazabilidad y el nivel de pérdida en pos cosecha. En relación a estos dos últimos puntos, la Ing. resaltó la necesidad de avanzar hacia una mayor adopción de las Buenas Prácticas Agrícolas (BPA).

Existen un 35% menos de productores que hace 20 años y unas 1000 hectáreas que ya no se encuentran productivas en el cinturón de Rosario.

Sin embargo, Mondino también hizo referencia a los problemas que la cadena enfrenta en lo comercial. Afirmó que “los mercados están estancados, falta capacitación para el eslabón minorista y no hay inversión en publicidad para las frutas y hortalizas”. Y agregó: “Estamos a contramano de lo que sucede en el mundo, donde crece la producción y el consumo de estos productos por la adopción de nuevas tecnologías que permiten aumentar la calidad reduciendo los costos” enfatizó.

Seguidamente, el ingeniero Enrique Adlercreutz  describió la producción de Mar del Plata que cuenta con una fuerte presencia del cultivo de papa (alcanza las 25.000 hectáreas) y frutilla, que aunque posee una menor superficie sembrada (130 hectáreas) pisa fuerte en los mercados nacionales durante el período verano-otoño. Además, destacó la producción de kiwi, con una zona ideal de producción donde se desarrollan 500 hectáreas. Sólo en Mar del Plata hay más producción de kiwi que en el resto del país.

A diferencia del cinturón hortícola de Rosario, en Mar del Plata el desarrollo de la producción hortícola para industria es menor. En cambio, la producción intensiva (con una superficie total que ronda las 10.000 hectáreas) se destaca por los cultivos de lechuga, zanahoria y choclo. La superficie bajo invernadero se encuentra en franco crecimiento con el tomate, típico de la zona, el pimiento y la lechuga, que se convirtió en una alternativa interesante para los meses de otoño-invierno.

Adlercreutz detalló que en los últimos años Mar del Palta viene incorporando cada vez más el uso de bioinsumos para el reemplazo de fitosanitarios de alto impacto ambiental. Esto se debe al fuerte trabajo que realizan los ingenieros agrónomos que acompañan las tareas de los productores en las quintas, junto a la realización de cursos de capacitación sobre el manejo integrado del sistema productivo.

“Hace años que estamos viendo que se puede bajar el uso de agroquímicos en un 70% sin interferir por eso en el margen económico del productor”. Ing. Agr. Enrique Adlercreutz

“Entre el control químico aconsejado o el ‘aplico lo que estoy acostumbrado’ aparecen cada año nuevas plagas, resistentes, con el consecuente impacto ambiental y el riesgo de presencia de residuos en los alimentos. Nosotros estamos trabajando en transformar ese sistema insumo-dependiente”, explica Adlercreutz. “En muchos casos no es necesario aplicar agroquímicos, ya que el problema se puede resolver aplicando prácticas de manejo integrado. Esto requiere conocer el ambiente, el cultivo y todas las herramientas de trabajo a disposición. La palabra 'conocer' está reemplazando a la palabra insumo”. Y finalizó: “Hace años que estamos viendo que se puede bajar el uso de agroquímicos en un 70% sin interferir por eso en el margen económico del productor”.

Productores atomizados con poca cantidad de hectáreas sembradas caracterizan al cinturón de Santa Fe

Finalmente fue el turno de Ariel Belavi, quien brindó un detallado panorama del sector hortícola santafesino. A partir de los datos del último censo realizado en el periurbano en el año 2012, el ingeniero afirmó que al igual que en Rosario ha disminuido el número de productores y de superficie trabajada. A diferencia de las décadas del noventa y dos mil, donde prevalecía un productor-empresario especializado en ciertos cultivos (como el tomate o la lechuga) para vender en otros mercados, actualmente el horticultor santafesino se caracteriza por explotar pequeñas superficies (entre 1 y 3 hectáreas) con hasta 10 o 15 especies destinadas al mercado local. Esta atomización de las explotaciones, en muchos casos familiares, produjo un “cambio de tipología” del productor, en palabras de Belavi.

Como sucede en muchos otros cinturones hortícolas del país, el cordón santafesino posee una gran cantidad de productores de la colectividad boliviana. Entre sus mayores problemas se encuentra el dificultoso acceso a servicios como el agua, los caminos rurales y la conectividad en zonas alejadas a los grandes cascos urbanos.

Además, presentan escasos avances en la adopción de tecnologías (a modo de ejemplo vale decir que el riego por surco suele ser la técnica de riego más utilizada en la región). Entre los motivos que señala Belavi se encuentra la falta de acceso a la tierra, que limita la inversión. Actualmente la producción se realiza a campo casi en su totalidad. En una superficie sembrada -que de 2002 a esta parte oscila alrededor de las 1500 hectáreas- sólo 8 están bajo cubierta.

En lo que sí se avanzó, dice el ingeniero, es en la adopción de nuevos y mejores insumos fitosanitarios “favorecido por algunas legislaciones y por la aplicación de las Buenas Prácticas Agrícolas”. Sin embargo, siguen existiendo inconvenientes “respecto a la aplicación con las mochilas manuales”.

"En 2018 los precios recibidos por el productor aumentaron en un 42,8% por producto. Pero con una producción dolarizada que se vende en pesos se estima que la devaluación alcanzó casi un 100%, por lo que las pérdidas del año pasado rondaron un 50%" Ing. Agr. Ariel Belavi

Respecto de la comercialización, el ingeniero consideró que “los mercados están trabados y los volúmenes no aumentan” por lo que aparecen caminos alternativos con productores que invierten en su propio transporte o ponen una verdulería propia para ocupar nuevos espacios en la cadena. En 2018 los precios recibidos por el productor aumentaron en un 42,8% por producto. Pero con una producción dolarizada que se vende en pesos se estima que la devaluación alcanzó casi un 100%, por lo que las pérdidas del año pasado rondaron un 50%. “El mercado está estancado porque los volúmenes que se comercializan no son los de antes. El mes pasado los precios de la acelga y la lechuga cayeron estrepitosamente porque entró un poco más de producción”, cerró Belavi.

Los productores tecnificados son aquellos que logran superar los sobresaltos de la actividad

Aún con panoramas particulares entre cada cinturón hortícola, el panel dejó un claro diagnóstico compartido por los tres ingenieros: la cantidad de productores y de superficie sembrada ha disminuido en las últimas dos décadas; los volúmenes comercializados están “frenados” al igual que el consumo minorista y cada vez más los productores invierten en cultivos de menor valor y diversifican sus quintas para reducir riesgos. Salvo excepciones, el nivel tecnológico adoptado no es suficiente para minimizar costos y achicar las pérdidas pos cosecha, lo que se traduce en un productor de menor rentabilidad y por lo tanto con escasas posibilidades de tecnificarse.

También en algunos objetivos coincidieron las tres exposiciones: la adopción de las Buenas Prácticas Agrícolas y la incorporación de bioinsumos es el horizonte hacia el cual los cinturones verdes deben caminar para optimizar sus procesos y producir con mayor calidad. Esto significa además apuntar a incrementar la compra minorista con un consumidor final que “confíe” en el sector, aunque esto no dependa exclusivamente de los productores, sino de un trabajo articulado entre instituciones públicas y privadas que publiciten y difundan el consumo de estos productos.

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