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“Las utopías colectivas son los sueños que se concretan”

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Foto archivo Clarin

Magda Alejandra Choque Vilca es ingeniera agrónoma y jujeña.  El sábado fue la protagonista del Conversatorio organizado por el Movimiento de Mujeres Rurales Argentinas ante más de cien mujeres de diferentes provincias. “Nacer en la Puna y en la montaña te imprime una característica especial” dijo al comenzar. “Aprendí de mi papá a no habilitar la discriminación. Cuando le preguntaba qué quería decir Coya -algo que solían decirme de forma despectiva-, él sostenía que me estaban diciendo diosa, y así empecé a empoderarme”. De su mamá, maestra rural, aprendió que “la equidad está por sobre todas las cosas”. Bajo ese ejemplo de soporte y atención con la comunidad, entendió que “las gestiones que se hacen no son para uno sino para los otros”.

Hay 62 tipos de papas en Argentina y más de 3.000 en el mundo, y Magui hizo de su carrera una tarea constante en pos de la recuperación y revalorización de estas variedades así como de otros productos andinos. En el medio, los obstáculos de la desigualdad: “Un día salí con un camión con 30 toneladas de papa de Humahuaca, sucia y cansada, y un gendarme me frena y me dice «Las bagalleras van para allá» y me dio mucha ira, no porque me dijera bagallera sino por el maltrato. Enojada, le dije «¿Cómo? ¡Si yo soy la reina de las papas!» y así me presentan ahora”.

En su propuesta hay algo muy claro. El dialogo constante entre lógicas que a priori, parecen antagónicas. La academia y el conocimiento ancestral. La ciencia y las tradiciones. La educación formal y el aprendizaje cotidiano. El mercado y la producción. Magui insiste sobre este punto y la imperiosa necesidad de discutir, de poner en juego ambos saberes, ambos mundos desde un lugar de respeto profundo, en donde el otro, aquel que trae una mirada distinta, es escuchado en calidad de par, con equidad para que el resultado pueda ser realmente un acuerdo entre pares.

Desde este lugar, Magui gestionó y logró la creación de la Escuela de Cocinas Regionales en Tumbaya, Jujuy. Un espacio público en el que se dicta la Tecnicatura Superior en Cocinas Regionales y Cultura Alimentaria: “Fue toda una revolución, tuvimos que convencer al Estado y al campo: al Estado de que era necesario como herramienta de formación y de que él se tenía que hacer responsable de eso, y al campo de que necesitábamos ir a la escuela” contó.

Para ella, “estudiar cocina es algo caro en la ciudad, y se impulsa una cocina que no me representa ni me permite traer mi saber a la mesa; eso habla de nuestra cultura alimentaria, tenemos que volver a traer el campo a la mesa”. Y, según explicó, la que tiene el poder de hacerlo es la cocina: “Hoy nadie se pregunta de dónde vienen los cultivos, hay niños que no saben si la papa crece abajo o arriba, o si sale de la góndola. Esos espacios de descubrimiento nacen en la cocina, por eso reivindico a todas las cocineras populares: la cocina es la primera que nos hace salir de la pobreza”.

Repensar la identidad desde el campo

“Cuando entré a la facultad (Universidad Nacional de Jujuy), regía el modelo agroexportador, se hablaba sólo de kilos por hectárea, y mencionar la biodiversidad y las papas andinas era como hablar de los ovnis. No nos sentíamos andinos, siempre mirábamos al sur. Aprendí que no nos queremos por cómo nos miramos nosotros sino por lo que el resto ve de nosotros, y el campo quiere que la ciudad lo mire con espejo de ciudad, pero tenemos que mirarnos y querernos así como somos, con espejo de campo”, aseguró.

En este sentido Magui también destaca la importancia de animarse a cambiar la realidad desde los territorios ya que no concibe que todo deba poder hacerse desde los centros urbanos consagrados.  “Es algo en lo que pienso cada vez que voy a Buenos Aires y veo en los subtes a muchos de mis paisanos, siento tristeza porque no sé si es eso lo que eligió. Si es así, en buena hora, pero muchos han tenido que irse y no han tenido alternativa”, agregó, y desafió a las Mujeres Rurales: “Apuesto a que ustedes son capaces de que esas condiciones puedan darse”.

¿Cuántos chicos dicen cuando sea grande, quiero ser agricultor? Muy pocos. "Hemos erosionado el autoestima de nuestra tierra y nuestra identidad” enfatizó Magui sobre este punto y remarcó que “necesitamos generar condiciones de equidad para que el campo deje de ser motivo de vergüenza, necesitamos tener internet, acceso a condiciones igualitarias para que los jóvenes decidan quedarse acá y les demos la posibilidad de ser aliados para hacer conocer nuestros saberes mediante la tecnología”.

Magui destaca que en el mundo, el 80% de la población vive en el campo y el 20% en la ciudad, y ahora acá estamos al revés: “No descalifico a la ciudad como espacio, pero me pregunto si todos los que están ahí quisieron irse y por qué lo han hecho. El Estado somos todos y tenemos que reflexionar sobre eso”.

Las mujeres

Magui fue la única mujer rural en exponer en el W-20, un grupo de afinidad ante el G20 que surgió para apoyar la promoción del crecimiento económico inclusivo de género, cuando la cumbre se realizó en Argentina. El género la interpela y la atraviesa: “Tuve 4 hijos, tengo 1 nieto, y en mi camino fui transitando los mandatos que me obligaban a ser novia, compañera, amiga, amante, esposa, y hacerlo todo bien”.

El género está íntimamente ligado a sus estudios, sus logros y su conocimiento porque, para Magui, “la papa se siembra a paso de mujer, y el paso de la mujer es el justo paso de lo que necesitan las plantas para desarrollarse correctamente”. Celebra que el género y el campo se vuelvan temas con objetivos en común y llama a “no dejar que nos atraviesen las diferencias, sino a honrarlas y caminar juntas”. Compara al feminismo con la cocina, cree que se puede luchar por los derechos colectivos de muchas formas distintas y sin descalificar: “Se puede construir un diálogo cualitativo que crezca en el disenso, sin que necesariamente tenga que pensar como la otra e igual habitemos el mismo lugar. Eso te lo enseña la cocina, que no pregunta de dónde viene y, si queda bien, ¡entra!”.

Tener voz es su gran triunfo dice al recordar que una vez supieron decirle, tras una presentación "Felicitaciones, pensé que las mujeres del campo no hablaban”. Magui se emociona y levanta la vara recordando la importancia de ocupar los espacios y alzar las voces de la ruralidad.

El encuentro finalizó además con las palabras de Alicia Ciciliani, ex diputada nacional por Santa Fe y ex ministra de Producción de Santa Fe y Ana María Riveiro, dirigente de Mujeres Agropecuarias en Lucha.

“Las utopías colectivas son los sueños que se concretan” fue el mensaje que dejó resonando la voz  de Magui desde Tilcara.

 

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