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Mercado de Córdoba, un mayorista con sello propio

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|Córdoba|

El programa Con Sello Propio visitó las instalaciones del Mercado de Abasto de Córdoba y realizó un informe sobre la comercialización frutihortícola. Hubo entrevistas a productores, operadores, changarines y dirigentes de la entidad que contaron cómo funciona esta “pequeña ciudad” que abastece de alimentos frescos la mesa de los cordobeses.

La periodista y especialista en agroalimentos, Ana Laura Campetella, contextualizó para la audiencia no especializada cuál es la función que cumplen los mercados mayoristas: en primer lugar, aportan la logística que permite concentrar mercadería de distintas provincias argentinas (y otros países del mundo) en un mismo lugar para el fácil acceso de los minoristas. En segundo lugar, garantizan la generación transparente de precios a partir de la oferta y la demanda generada por la competencia de los productos en el mismo tiempo y espacio.

El tercer punto importante son los controles bromatológicos de calidad e inocuidad que realiza tanto Senasa como la municipalidad de Córdoba, en este caso. “Estos permiten chequear, a través de muestras aleatorias de mercadería, que no haya restos de agroquímicos o contaminación biológica de algún tipo, como la presencia de escherichia coli, por ejemplo”, señaló quien es además editora de Revista InterNos.

Raúl Romero, presidente de la Cámara de Operadores Frutihortícolas, explicó que el concentrador posee diez naves de comercialización, de las cuáles seis están destinadas a unos 120 operadores permanentes. Las cuatro naves restantes las ocupan productores hortícolas del Cinturón Verde cordobés, quienes diariamente aportan mercadería fresca cosechada a pocos kilómetros del mercado.

El predio ocupa un espacio total de 20 hectáreas y cuenta, además, con otra infraestructura como la sede de la Asociación de Productores Hortícolas de Córdoba (Aproduco), una cantina y un centro médico. “Funciona como una ciudad. En un día normal puede haber una circulación de cinco mil a diez mil personas. Somos una gran familia. La mayoría somos pymes, empresas familiares que venimos de generación en generación”, dijo Romero, quien además integra la Mercoop, cooperativa que

Como sucede en otros mercados frutihortícolas del país, el abasto de Córdoba es un lugar marcado por la tradición y el oficio trasmitido con el paso del tiempo. Eso corre para los puesteros, pero también para los productores del cinturón verde. “La tarea del productor es sacrificada, pero es lo que hemos aprendido a través de nuestros padres, nuestros abuelos. Es lo que sabemos hacer”, explica Gustavo Del Dotto, vicepresidente de la Asociación de Productores Hortícolas de Córdoba, quien participó del programa en representación del sector productivo.

“Para nosotros es muy importante tener nuestro propio espacio de venta, donde podemos obtener un precio diferenciado para vender directamente a mayoristas y minoristas”, agregó Del Dotto.

También tuvieron voz los changarines, actores esenciales por su rol en la carga y descarga de mercadería dentro del predio. “Hay dos o tres días en el mercado que se trabaja a full. Y algunos otros que baja el movimiento y la venta”, contó Miguel "Peko" Cabrera, presidente de la cooperativa de Changarines El Abasto. La principal función de la cooperativa es determinar el precio de la descarga por bulto -en negociación con los puesteros- y realizar la entrega de elementos que faciliten la tarea de los trabajadores, como los carros de arrastre.

En la sección Historia pyme de la semana el programa entrevistó a Marcelo Sibilia, titular de Wiñay, una empresa del mercado con 15 años de trayectoria que se dedica a la comercialización de todo tipo de frutas y hortalizas, pero que se especializa en la maduración de banana.

Sibilia, tercera generación de bananeros, explicó el proceso por el cual la fruta de importación llega paletizada y cruda desde otros países (en este caso, Ecuador) para ser procesada en cámaras de maduración, donde se guarda entre 7 y 14 días antes de dejarla lista para la venta minorista.

“La fruta es un ser vivo, entonces la tratamos como tal, como un par. La cuidamos, la mimamos. Tratamos de que llegue al consumidor con la mejor estética posible: sin que estén golpeadas, maltratadas. Eso hace que la comercialización tenga un plus”, agrega Sibilia.

El boom de las verdulerías

Un fenómeno propio de la pandemia fue el aumento en el consumo de frutas y verduras. Durante los primeros meses, el aislamiento motivó que las familias se inclinaran por volver a la cocina, lo que potenció la venta de alimentos frescos en las verdulerías de barrio. “Hubo un gran aumento de la demanda en el Mercado de Córdoba. Estuvimos con 3000 vehículos diarios promedio, cuando normalmente entraban 2500”, graficó Ana Laura Campetella.

Sin embargo, la especialista mencionó otro factor clave para comprender el fenómeno. Por su baja inversión inicial, las verdulerías funcionaron como alternativa de trabajo frente a una grave crisis económica traccionada por los efectos de la cuarentena.

“Son negocios de pocas barreras de acceso. Es relativamente simple entrar al negocio. Sin embargo, el oficio siempre está asociado a una tradición familiar. Y en la gran mayoría de los casos, quienes se mantienen en el rubro son aquellos que trabajan en la producción, comercialización mayorista o incluso en el minorista de generación en generación”, explicó Campetella.

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