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Comercialización

Mercados de frutas y verduras en pandemia: ¿qué cambió?

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|Argentina|

El 20 de marzo de 2020 -parecen tiempos remotos, pero fue hace menos de un año atrás- el gobierno argentino decretó el aislamiento social, preventivo y obligatorio a causa de los primeros casos de Coronavirus en nuestro país. Fueron semanas de encierro y cuidados extremos, donde solo las actividades consideradas esenciales continuaron con su trabajo. Entre ellas, la producción, transporte y comercialización de frutas y verduras, rubro donde el consumo se disparó porque, durante esos días, muchas personas se “stockearon” de mercadería y aparecieron momentos para cocinar en casa.

La nueva normalidad impuso medidas sanitarias básicas para evitar contagios masivos en espacios públicos y privados: barbijo, distancia social, permanente desinfección con alcohol en gel y toma de temperatura fueron las más elementales. Pero, en lo que a la venta de frutas y verduras respecta, los mercados concentradores modificaron en parte sus lógicas de trabajo, a fin de evitar la aglomeración de vendedores y compradores en espacios cerrados durante gran cantidad de tiempo.

“Estamos respetando los protocolos”, respondían dirigentes del sector por aquellos meses, donde todo era muy reciente y la resistencia a usar barbijo o mantener dos metros de separación con otras personas era mucho mayor.

Un año después, ¿qué medidas sostuvieron o profundizaron los mercados mayoristas de frutas y verduras? ¿qué cambió respecto a la vida pre-pandemia?

Carlos Otrino, dirigente del Mercado de Productores y Abastecedores de Santa Fe, señaló que además de las desinfecciones constantes de espacios comunes, la inversión en materiales de higiene personal fue muy fuerte y sostenida durante todo el 2020 (jabón, toallas de papel, alcohol en gel, hipoclorito, amonio cuaternario, etc.) y se mantendrá en 2021. Lo mismo marcaba Guido Cecive, del Mercado de Procosud, donde se incrementaron los trabajos de desinfección en los pasillos internos y de cada puesto de venta.

Por su parte, el Mercado Central de Corrientes realiza eventuales hisopados por COVID-19 a los puesteros de la Cámara Frutihortícola, el personal de la cooperativa de carga y descarga y al personal de limpieza. "Además, reforzamos los aspectos de mantenimiento y control respeto de la higiene personal y el distanciamiento”, dijo a InterNos Marcos Danuzzo, operador y dirigente del mayorista correntino.

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En Córdoba capital, donde se encuentra el Mercado de Abasto, también se dio continuidad a los protocolos dispuestos por el COE local aunque, para el presidente de la Mercoop, Marcelo Ruggeri, mucho depende de la voluntad individual. “El distanciamiento es complicado, hay gente que lo respeta y otros que no. Es un problema del mundo entero. De cualquier manera, nosotros recorremos las instalaciones con nuestra guardia permanentemente para fiscalizar”, señaló.

Unos kilómetros más al sur de Córdoba, en el Mercado de Abasto de Río Cuarto (MARC), sostuvieron las medidas referidas a la restricción de cantidad de vehículos y de personas habilitadas para circular en las nave. "Con la diferencia de que hacia finales de 2020 y comienzos de 2021, la gente se fue acostumbrando y ya no son tan resistidos los procedimientos. Se incorporaron a lo habitual de la operación”, dice a InterNos Ernesto Guevara, presidente de la entidad.

En Procosud, si bien no se modificó sustancialmente la operatoria, la modalidad virtual incrementó su presencia en las operaciones diarias. Desde el concentrador explicaron a este medio que durante los últimos meses crecieron los pedidos online y por WhatsApp, que si bien “ya existían previo a la pandemia, se profundizaron por el contexto”. Así, puesteros y verduleros intercambian fotos de mercadería, informan precios y realizan pedidos, agilizando el proceso de compra y reduciendo considerablemente los momentos de permanencia dentro del mercado.

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De a poco, esta modalidad está construyendo nuevas lógicas de intercambio comercial. “El hecho de que las ventas en el mercado inicien a partir del ‘toque de campana’ ya es algo folklórico. Hoy estimamos que el 80% de las ventas están hechas previas al inicio del horario de operatoria”, cuenta Guevara sobre el MARC. Y agrega: “Así cambia también el uso de los espacios para la separación de pedidos y la metodología de horarios estipulados. Por eso estamos discutiendo y entendiendo estas nuevas dinámicas. Seguro en los próximos meses comenzaremos a revisar parte del reglamento interno”. 

Precios: acuerdos y desacuerdos

Al comienzo de la pandemia, la presión en la demanda de alimentos y las dificultades logísticas en el traslado de la mercadería generó un incremento de precios en frutas y verduras. Si bien en algunos casos hubo especulación, lo cierto es que este rubro maneja las subas y bajas con la dinámica de la oferta y la demanda. No obstante, un contexto extraordinario como el de finales de marzo y mediados de abril implicó que muchos mercados incorporaran variantes para ofrecer a los consumidores alimentos básicos a precios razonables.

El puntapié inicial lo dio el Mercado Central de Buenos Aires con el Compromiso Social de Abastecimiento, donde acordó precios máximos para diez productos de consumo masivo, junto a un grupo mayoritario de operadores. Estos precios se fueron actualizando de manera semanal o quincenal, según lo demandara la estacionalidad o disponibilidad del producto que, como bien saben quienes pertenecen a este sector, es un elemento clave en la conformación de precios. De cualquier manera, el objetivo del programa fue colocar referencias de precios por kilo y en venta mayorista, transparentando ese eslabón de la cadena y “marcando la cancha” respecto a los recargos que pudiera aplicar el sector minorista.

Acciones de este tipo se replicaron al comienzo de la pandemia en algunos mercados del país, como los de Santa Fe o el de Santiago del Estero, por ejemplo. Otros, como el de Neuquén, Chubut o Cofruthos, en Salta, publicaron -y publican hasta hoy- sus listados de precios mayoristas. Sin embargo, con el correr de los meses la actividad comercial entró en la “nueva normalidad” y el miedo a la especulación en el precio de los alimentos salió de agenda. Algunos mercados mantuvieron la publicación de precios; otros, en cambio, decidieron retomar su política habitual: no dar a conocer esta información a todo el público.

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En abril de 2020 el mercado de Río Cuarto, por caso, se reunió con autoridades de carácter provincial, nacional y con representantes de AFIP y Defensa al Consumidor para plantear precios máximos en unos diez artículos fruver de mucho consumo. Ese acuerdo duró la primera parte de la cuarentena y sus respectivas extensiones. “Obviamente hay productos que no pueden sostenerse mucho más en el tiempo por una cuestión de estacionalidad. Por eso todos los ajustes de precios se fueron comunicando a las autoridades, siempre tomando de referencia lo que pasaba en mercados grandes como el Central de Buenos Aires”, comentó Guevara.

No obstante, actualmente la entidad cordobesa sostiene un relevamiento interno de precios, el cual es discutido en el directorio para evaluar si se producen variaciones injustificadas o no. “No somos una entidad que se haya constituido para controlar precios. Sí, por lo menos, buscamos entenderlos para tener una comunicación más transparente con la sociedad a la hora de explicar qué pasa con el valor de las frutas y verduras”, agrega el dirigente.

Algo similar sucedió con los mercados de Santa Fe y Rosario. En mayo del año pasado el Mercado de Productores de Rosario, el Mercado de Concentración de Fisherton y el Mercado de Abastecedores de Santa Fe trabajaron en un acuerdo de precios de referencia que duró algunas semanas, principalmente cuando la preocupación por sobreprecios estaba muy presente en la sociedad.

“En el inicio de la pandemia tuvimos un acuerdo de precios mínimos y máximos con la Secretaría de Comercio Interior de la provincia, tomando las diferentes variedades y las calidades y tamaños de cada producto. Este acuerdo se revisó hacia el mes de octubre. Siempre fueron por quince días y no implicaba un acuerdo de precios máximos sino más bien una referencia en la que se expresaba que entre esos mínimos y máximos, en calidades promedio, se iban a conseguir a nivel mayorista esos productos”, explica a InterNos Carlos Otrino, quien además de ser dirigente del concentrador de Santa Fe es presidente de la Fenaomfra.

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En su opinión, este tipo de acuerdo de precios no resultan de utilidad para los consumidores porque se centran en el eslabón mayorista y no permiten dimensionar cómo se conforman los precios a lo largo de la cadena, sector minorista incluido. “Además, es muy variable, porque depende de la calidad de cada producto, tamaño, grado de madurez, marca (hay marcas top en este sector como en cualquier otro rubro), y no de la inflación, aunque los precios de frutas y verduras se tomen para conformar el índice de inflación mensual que mide el INDEC”, añadió Otrino.

Podríamos decir que las posturas del MARC y del Mercado de Santa Fe son “intermedias”. En otros mayoristas realizar un acuerdo de precios nunca fue una opción, ya que no responde la lógica de la actividad. Tal es el caso de Procosud, en Mar del Plata: “No tuvimos políticas de acuerdo de precios. Esa es una variable exógena, dada por la oferta y la demanda. Nuestro mercado se dedica a alquilar los puestos, pero no interviene. Los precios son los que generan los mismos operadores y la gente que va a comprar”, dijo Guido Cecive, de Procosud, al respecto.

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El Mercado de Abasto de Córdoba mantuvo una postura similar. “Nuestro mercado nunca adhirió. Si bien fuimos invitados por el Central, no nos pareció correcto. Lo nuestro es oferta y demanda. Hacer una publicación con precios es hacer algo que no se va a cumplir. La comercialización de frutas y verduras es influida por distintos factores, como eventos climáticos o estacionalidad. Caer en una mentira nos parece algo totalmente fuera de lugar”, expresó Marcelo Ruggeri de Mercoop, cooperativa que administra la operatoria del concentrador.

Como bien señala el dirigente, los precios se conforman multifactorialmente: productividad de cada campaña, exportaciones, importaciones, estacionalidad, tamaño, color, madurez, calidad, influencia de la industria, costos de flete, manipuleo y empaque, conservación en frío y finalmente comisiones mayoristas y minoristas, cada uno con sus costos e impuestos.

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"Entendemos que hay que informar y capacitar sobre la estacionalidad de los alimentos porque nosotros sabemos en qué épocas las verduras están más caras, o más baratas, y por qué motivo. Enseñémosle a la gente cómo son las cosas y les mostremos lo que sucede detrás de cada producción", expresó meses atrás Gustavo Suleta, representante del Mercado de Productores de Rosario, a este medio.

Lo excepcional de la pandemia puso al sector frutihortícola a reorganizarse en su operatoria, encontrar nuevas alternativas de venta, dinamizar sus procesos e incorporar herramientas tecnológicas a la logística diaria. Pero también a discutir nuevamente sobre precios de cara a la sociedad y una demanda concreta de responsabilidad social, en contextos donde la alimentación sana y a precios razonables se vuelve un valor fundamental.

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