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Comercialización

Por tercera vez en el año, los alimentos quedaron por debajo de la inflación mensual: ¿qué significa?

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|Argentina|

En el día de ayer, el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC) presentó los números del Índice de Precios al Consumidor (IPC) del mes de agosto. La inflación total general alcanzó una suba del 2,5%, la más baja de los últimos 12 meses. El acumulado anual alcanza un 32,3%.

En la categoría Alimentos y Bebidas no Alcohólicas el incremento fue de 1,5%, su valor más bajo en lo que va de este 2021. Además, este número estuvo por debajo de la variación mensual total por tercera vez en el año. También había sucedido en marzo (4,8% contra 4,6%) y en mayo (3,3% contra 3,1%). No obstante, en agosto la diferencia fue mucho más abultada, con un punto porcentual de diferencia.

“El incremento se explicó fundamentalmente por el aumento en Leche, productos lácteos y huevos; Pan y cereales; Café, té, yerba y cacao; Azúcar, dulces, chocolate, golosinas, etc.; y Aceites, grasas y manteca. Estos aumentos estuvieron parcialmente compensados por la baja de Verduras, tubérculos y legumbres en algunas regiones”, menciona el informe de INDEC, que puede leerse completo acá.

Y agrega: “La baja en Verduras, tubérculos y legumbres incidió sobre la categoría Estacionales (0,6%), la de menor suba en agosto”.

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Para el consumidor siempre es una buena noticia la merma en la inflación de los alimentos. Pero es necesario comprender que, en el caso de las frutas y verduras, la condición de estacionalidad es determinante para leer los datos.

Así como ahora la baja general en la categoría está impulsada por una baja específica en “verduras, tubérculos y legumbres”, en otros casos la operación es a la inversa ya que los productos de gran incidencia en la mesa de los argentinos, como el tomate, la cebolla o la papa, disparan su precio por una menor oferta debido a sus períodos de cosecha (o, en otros casos, a externalidades como problemas climáticos).

El IPC es una herramienta útil, pero no suele ser del todo precisa para analizar en detalle las variaciones de los productos específicos, ya que utiliza una canasta general, representativa del consumo.

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En este sentido, es necesario repensar los consumos desestacionalizados y deslocalizados que tenemos en las ciudades y la información que manejan los consumidores, para comprender los fenómenos productivos en los distintos puntos del país y cómo estos repercuten en la comercialización.

Durante los meses de pandemia las frutas y verduras estuvieron en el ojo de la tormenta por la posibilidad de aumentos desmedidos debido a la especulación. Dejando de lado esa variable -que es válida porque la especulación, aunque no es regla, existe en este ámbito como en tantos otros- es importante entender que los precios de estos productos se construyen por una multiplicidad de variables (zona de producción, distancia con los centros de comercialización, cantidad, variedad, calidad, tipo y tamaño de bulto mayorista) que se suman a la ya mencionada estacionalidad.

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Por eso, para sacar conclusiones más precisas sobre el comportamiento de esos precios es interesante ver el movimiento de los precios reales. ¿Qué son? Aquellos valores que reflejan el valor del producto respecto del poder adquisitivo neto, sin importar la inflación que puedan haber sufrido esos precios a lo largo del tiempo (y muchos menos la variación específica determinada por la oferta y la demanda de un período).

¿Por qué esta diferencia? Porque valorar un producto a precios nominales o corrientes significa considerar el precio efectivamente pagado por el producto, expresado en moneda del mismo período en el que se está realizando la transacción. Cuando se hace un análisis más certero sobre la evolución de los precios, en una economía con altos índices de inflación como la nuestra, es necesario convertir esos valores corrientes a reales.

En este artículo, aplicamos dicha mirada a siete de los productos más consumidos por los argentinos (banana, lechuga, cebolla, manzana, naranja, papa, tomate). Allí se puede observar que el aumento real de los precios en muchos casos no es tal como suena, sino que es bastante menor en relación al poder adquisitivo de la economía. En criollo: en los últimos años, más que subir el precio de frutas y verduras, cayó sistemáticamente el salario de los argentinos y su margen de compra de estos productos frescos.

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